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Ruanda: el 'boss' arrasa de nuevo

  • El presidente Paul Kagame, un visionario para sus seguidores y un déspota para sus detractores, arrolla en los comicios del pasado lunes y revalida su liderazgo en un país que busca recuperarse del genocidio

La Comisión Electoral Nacional de Ruanda anunció ayer que, tras los comicios presidenciales que se celebraron el lunes en el país, el actual jefe de Estado, Paul Kagame, se ha hecho con un 92,9% de los votos escrutados.

A primera hora de la mañana, el presidente de la comisión electoral, Chrysologue Karangwa, aseguró en un mensaje televisado que, tras haber finalizado el recuento en 11 de los 30 distritos, Kagame había conseguido 1.610.422 de los 1.734.672 votos contados hasta el momento.

Más de cinco millones de ruandeses estaban llamados a elegir a un nuevo presidente que estará al frente del país durante los próximos siete años, en unas polémicas elecciones en las que líderes de la oposición acusan a Kagame de reprimir brutalmente a todo aquel que suponga una amenaza para la estabilidad de su Gobierno. Sin embargo, Kagame es considerado por muchos ruandeses como el salvador del país tras poner fin al genocidio en el que murieron más de 800.000 tutsis y hutus moderados al frente de la milicia del Frente Patriótico de Ruanda.

Desde anoche, el RPF, convertido en partido político, celebraba los resultados de las elecciones en el Estadio de Amohoro de Kigali, a donde acudieron unos 30.000 seguidores de Kagame que cantaron y bailaron hasta las primeras horas de la mañana.

Kagame es visto como un líder visionario por sus admiradores y como un déspota por sus críticos.

Quienes conocen al hombre que lideró la nueva Ruanda después del genocidio de 1994 lo describen como una personalidad fuera de lo común. El presidente ruandés -un hombre delgado de 52 años a quien sus colaboradores llaman the boss (el patrón)- es conocido por su férrea determinación, su austeridad y su aprecio por la privacidad, hasta el punto que es poco lo que se sabe de su vida.

Pero, de ahí en adelante, hay un abismo entre sus detractores, que denuncian con frecuencia su voluntad de amordazar a la prensa y a la oposición, y sus partidarios, muchos de ellos economistas y expertos internacionales, que alaban su visión de desarrollo para el país.

Elegido con un 95% de los votos en las primeras elecciones presidenciales después del genocidio en 2003, Kagame puso en marcha con amplio apoyo internacional un programa de desarrollo económico, basado en los servicios, las nuevas tecnologías y especialmente la modernización de la agricultura.

El presidente ruandés ha entendido que "la pobreza se debe a la exclusión de las redes internacionales de comercio, de la inversión y del saber hacer", señala Michael Fairbanks, un experto estadounidense allegado a Kagame y miembro de un círculo de profesores universitarios internacionales que lo aconsejan.

Según Fairbanks, Kagame -entre cuyos admiradores figuran Bill Clinton y Tony Blair- "está convencido de que la pobreza (...) destruye la confianza, la tolerancia, la esperanza y las aspiraciones a una vida mejor".

Por otra parte, el presidente ruandés es descrito por sus detractores como un líder autoritario, intolerante ante el disenso, represivo con la oposición y que, con ferviente nacionalismo, apela sin cesar a "la unidad de los ruandeses". "Kagame permite en Ruanda menos espacio político y una menor libertad de prensa que (Robert) Mugabe en Zimbabue", señalaba recientemente la revista The Economist.

El profesor universitario Gérard Prunier, que destaca la "inteligencia y determinación inamovible" del jefe de Estado, señala que la segunda guerra congoleña de 1998-2003 representó un punto de inflexión.

"Antes de 1998, Kagame contaba con la simpatía ilimitada de la comunidad internacional, que se sentía culpable de su inacción durante el genocidio", señala el profesor francés. "Pero su credibilidad moral se ha visto seriamente empañada por los horrores cometidos en la República Democrática del Congo", explica.

Como muchos guerrilleros del Frente Patriótico Ruandés (FPR, en el poder), la personalidad de Kagame se forjó en el exilio en Uganda, adonde llegó su familia tutsi huyendo de los pogromos cuando él tenía tres años.

Aunque en Uganda estaban a salvo de las masacres, los refugiados ruandeses eran discriminados y perseguidos, hecho que alimentaba su deseo de regresar a la madre patria.

Tras haber sido compañero de armas del futuro presidente ugandés Yoweri Museveni en la rebelión que depuso a Milton Obote, Kagame se juntó con otros exiliados tutsis para iniciar una rebelión similar en Ruanda, siempre desde sus bases en Uganda.

En el momento en que consiguió expulsar a los extremistas hutus del poder en 1994, poniendo fin al genocidio y asumiendo las riendas del país, Kagame tenía solamente 36 años. Kagame, único líder internacional entrenado militarmente tanto en Estados Unidos como en Cuba, asumió entonces los puestos de vicepresidente y de ministro de Defensa.

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