El aplastante consenso en torno al futuro presidente alemán, Joachim Gauck, tardó pocas horas en dar paso al debate. Pero no sobre su capacidad política, sino sobre su estado civil. El respetado ex párraco, de 72 años, convive desde hace 12 años con la periodista Daniela Schadt sin estar casado. Medios y políticos se preguntan ahora si debe "normalizar" la situación para que la primera dama en el Palacio de Bellevue sea también su legítima esposa.
Después de décadas de precariedad y disidencia en la extinta Alemania Oriental (RDA), el matrimonio Gauck, con cuatro hijos, no resistió al gran cambio de 1990 y se separó. "Nos exigimos demasiado el uno al otro", escribió en su biografía Gauck, que el 18 de marzo será votado por hasta un 90 por ciento de la Asamblea Federal.
Sucederá así a Christian Wulff, que la semana pasada tuvo que dejar el cargo al ser investigado por presunto tráfico de influencias. El propio Wulff, católico, tuvo un romance y un hijo extramatrimonial dos años antes, y también se casó por presión mediática y de su partido, la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Angela Merkel.
También Socialdemócratas (SPD) como Rudolf Sharping o el ex canciller Gerhard Schröder crearon en su día controversia por sus relaciones "desordenadas", como recordó esta semana un diputado socialcristiano.
Un jefe de Estado, ¿no debe ser ejemplo en todo? se preguntan los comentaristas. "Y ¿qué significa "relación ordenada" si Schröder llevó a la cancillería a su cuarta esposa?", se preguntó el diario Neue Rhein Zeitung: "Un presidente debe ser ejemplo, no sólo para los cristianos, no sólo para los casados, sino para todos los ciudadanos". Las voces más feministas plantean otro debate en torno a Schadt, jefa de política del diario Nüremberger Zeitung y de 52 años: ¿Debe una mujer, aun siendo primera dama, abandonar una carrera de éxito de 27 años?
El vicepresidente del Parlamento en Berlín, Wolfgang Thierse (SPD), sostuvo que "bien pueden casarse", mientras el socialcristiano Norbert Geis consideró que "deben ordenar su vida cuanto antes, a fin de evitar todo flanco débil". Klaus Ernst, dirigente de La Izquierda -que votará contra Gauck- escribió en Twitter que tiene "más cosas contra él como presidente que su vida personal".
A Gauck se lo ha criticado ser demasiado social para cierta derecha del Oeste y, desde la izquierda, por no respaldar al movimiento "Occupy" ni haberse distanciado suficientemente del controvertido ensayo sobre los problemas de la inmigración en Alemania escrito por el socialdemócrata Thilo Sarrazin.
La situación civil de Gauck tiende otro puente entre él y la canciller Merkel, además de que ambos crecieron en el este en el seno de una familia cristiana comprometida. La líder cristianodemócrata no había encontrado ocasión para formalizar su segunda y larga relación, hasta que las críticas en el seno de su partido y la sociedad la hicieron pasar por el enlace en 1998.
El matrimonio sigue gozando de un prestigio formal y un aura romántica en buena parte de Centroeuropa, considerada más avanzada y menos familiar que la esfera latina. En Alemania, un 88 por ciento de las parejas están casadas, aunque en diez años el número cayó en cuatro puntos y la edad promedio para casarse subió hasta los 31 años.
Existe no obstante una distancia entre teoría y práctica: si bien la mayoría opta por el matrimonio, según el Instituto para la Demografía, la Familia y el Bienestar, dos de cada tres lo ven como algo del pasado. Jürgen Dorbritz, del Instituto para el Estudio de la Población, percibe menos apetito por dar el gran paso entre la nueva generación: un 33 por ciento de chicas y un 40 por ciento de chicos no piensan casarse nunca.
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