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Una estrategia frente a Irán

  • Políticos y expertos analizan en el foro de debate israelí más importante sobre política exterior y seguridad cómo hacer frente a la disputa nuclear con Teherán

Un ataque militar, esperar a un derrocamiento o sanciones más duras: durante tres días, políticos y expertos analizaron en la conferencia sobre estrategias en Herzlija, cerca de Tel Aviv, las maniobras correctas de cara a la disputa nuclear con Irán. En el foro de debate más importante sobre política exterior y seguridad del país, los ponentes israelíes abogaron sobre todo por una postura más dura.

"El régimen de Irán tiene que elegir entre las bombas o sobrevivir", exigió el vicejefe de Gobierno, Moshe Yaalon. La cúpula de Teherán tiene que saber que "todas las opciones están sobre la mesa y que Irán llorará amargamente si las exigencias de la comunidad internacional no se cumplen", añadió el que fuera ex jefe del Estado Mayor. El término "todas las opciones" incluye en el lenguaje diplomático un ataque militar.

El diplomático suizo Tim Guldimann, que fue embajador en Irán entre 1999 y 2004, advirtió en contra de un ataque militar y expuso las posibles consecuencias. Irán, en respuesta -dijo-, podría detener los petroleros en el Golfo Pérsico. Los precios del crudo se dispararían y ello tendría consecuencias inmediatas en la economía mundial y en la política. Además, en el caso de un ataque sólo se podría ralentizar el programa nuclear entre dos y cuatro años.

Sobre el derrocamiento, para el presidente israelí, Simon Peres, lo mejor que podría ocurrir es que el Gobierno de Irán desapareciera. La lucha para ello tiene que arrancar en Irán y no desde fuera, agregó el Nobel de la Paz. Samuel Bar, director del Instituto para Política y Estrategia en Herzlija, estima que el nuevo Gobierno iraní no buscará el conflicto con sus vecinos y el mundo. Además, destacados líderes religiosos chiíes se han pronunciado en Irán en contra de la tenencia de armas atómicas.

Guldimann advirtió, sin embargo, que "no se hagan ilusiones de que este régimen, por las razones que sea, caiga y surja de la nada uno democrático, muy simpático y prooccidental, que reanude relaciones con nosotros de forma que todo el mundo sea feliz". Además, Occidente podría desear un día los tiempos de estabilidad con el presidente Mahmud Ahmadineyad.

Sobre el tema de las sanciones, Patrick Cronin, del estadounidense Center for A New American Security en Washington, comentó que endurecer las sanciones aumentaría la presión sobre el Gobierno en Irán, lo que requiere un análisis de costes-beneficios.

Samuel Bar estimó que un embargo a los productos del petróleo, como la gasolina, "haría que en tres meses el Gobierno se arrodillase". Los disturbios podrían desencadenar un cambio de opinión. Sin embargo, François Heisbourg, del Centro de Política de Seguridad de Ginebra, no lo cree así; por una parte hay suficiente gasolina y combustible para hacer funcionar la maquinaria militar y, por otra, la culpa del racionamiento se echaría al "gran Satán", EEUU, y no al propio Gobierno.

Tanto entre expertos como entre políticos resulta cuestionable además la estrategia que persigue el Gobierno iraní: ¿quiere demostrar al mundo que puede fabricar bombas atómicas o quiere realmente tener un arsenal de armas nucleares y emplear armas atómicas?

El ex general Izhak Ben Israel, de la Universidad de Tel Aviv, teme que Teherán vaya a lanzar la bomba atómica. "Los regímenes en Oriente Próximo cometen más errores que otros porque no son ninguno una democracia y las decisiones son tomadas por un pequeño grupo. Al final alguien la lanzará (la bomba)".

Y todas estas preocupaciones son tomadas en serio en Israel. En el extranjero a menudo se subestiman las consecuencias del trauma que el Holocausto todavía tiene hoy en día en Israel.

Continuamente se citan en Israel las amenazas de Ahmadineyad, que quiere hacer borrar del mapa el país, algo que para muchos judíos no es palabrería hueca, sino que se repite en la historia. Los judíos consideran que no pueden confiar en nadie si no es en ellos mismos y, cuando se trata de amenazas existenciales, esta forma de pensar está muy anclada en el alma del pueblo judío. Por ello hay dos principios básicos que se han convertido en razones de Estado: Israel no subestima ningún peligro y actuará ante cualquier amenaza.

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