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La huella del régimen talibán

  • Hamid Karzai elogia el "gran progreso" académico pero recuerda que seis millones de niños no pueden ir a la escuela y que 11 millones de personas son analfabetas

Afganistán, un país con un rico legado cultural, asumió en 2002 el reto de reconstruir un sistema educativo devastado por la intransigencia del régimen talibán. Desde entonces, y después de ocho años, ha florecido el mundo universitario y las mujeres tienen cada vez más pupitres.

En su discurso inaugural de la Conferencia de Kabul, el presidente Hamid Karzai elogió el "gran progreso" del ámbito educativo, eclipsado por una guerra que lastra el desarrollo del país. Sin embargo, recordó que seis millones de niños continúan sin poder acudir a la escuela y que 11 millones de personas son analfabetas, de una población que ronda los 30 millones.

Aun así, estos datos no son un óbice para apreciar el progreso de los últimos años. Según el Ministerio de Educación, en enero de este año había siete millones de escolarizaciones y, entre ellas más de dos millones eran de chicas.

Se partía casi de cero. Menos de un millón de estudiantes y 20.000 maestros, con ausencia de la mujer, era la herencia del régimen talibán (1996-2001).

Durante los últimos años y gracias a la ayuda internacional, se han construido 4.500 edificios educativos y el número de profesores asciende a 170.000, siendo el 30 por ciento de ellos mujeres.

El objetivo gubernamental para 2020 es conseguir la escolarización total (14 millones de estudiantes), y disponer de 486.000 maestros, la mitad de ellos mujeres, pero para eso aún queda mucho camino por recorrer.

En el ámbito universitario, de los nueve centros con 5.000 estudiantes que había en 2002, se ha pasado a 24 con más de 80.000 alumnos, según el portavoz del Ministerio de Educación Superior, Noor Bakhsh.

En las universidades de Kabul, la capital afgana, con patios inspirados en la geometría islámica y chicas ataviadas con un pañuelo dirigiéndose a paso rápido a las aulas abrazando sus libros, se respira ambición pero también descontento.

"Desafortunadamente, la situación educativa en Afganistán no es buena, porque el país está en guerra y el Gobierno está luchando contra los talibanes", afirmó Samirulá, un estudiante de 21 años del Departamento de Inglés de la Universidad de Kabul.

"Hay una gran interferencia de las personalidades políticas, que quieren intervenir en el sistema educativo por su propio interés", añadió Mohamed Esrafal Azad Shazadzai, que estudia Ciencias Sociales.

La 'fuga de cerebros' y los escasos recursos de un país en guerra son las máximas preocupaciones de las autoridades educativas. "Hay una gran mejora del sistema educativo en los últimos tres o cuatro años y muchos cambios en la Universidad", explicó el vicerrector de la Universidad Educativa de Kabul, Mir Haroon Ahmadi.

"Uno de los problemas que tenemos ahora es la escasa seguridad a la que se enfrentan los estudiantes, y además no hay trabajo para nuestra gente con estudios", añadió.

Muchos de los alumnos que rondan por los jardines de esta Universidad, con vaqueros y prendas de Dolce & Gabbana de discutible autenticidad, insisten en la gran importancia del aprendizaje y no esconden sus sueños de buscar trabajo en el extranjero una vez que completen sus estudios.

Esto es un reflejo de la ambición académica que se ha ido despertando desde 2001, tras la última página de un régimen integrista que privó a la mujer de la esfera pública y emprendió una ofensiva nihilista contra la cultura.

La demolición a cargo de los talibanes de dos monumentales estatuas de Buda en la montañosa Bamiyán en 2001 saltó a la palestra internacional, pero el legado cultural perdido es mucho mayor.

"Los talibanes destruyeron más de 2.500 objetos antiguos, la mayoría de los que estaban en este museo fueron destruidos", explicó el director adjunto del Museo Nacional de Afganistán, Mohamed Yahia Mohibzada.

Incluso en la Galería de Arte de Afganistán, otro centro cultural, se exhibe una urna con pinturas desgarradas y despedazadas por los talibanes. Doloroso testimonio de una época con enemigos declarados: la educación liberal, la letra y el pincel.

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