Un nuevo país en europa Los conflictos amenazan con extenderse

La última pieza del puzzle balcánico

  • La independencia de Kosovo pone fin al sueño de Tito de unir a todos los eslavos del sur en una nación y se convierte en el último ejemplo de las tensiones que condujeron a la desintegración de Yugoslavia

Forjada a raíz de la Primera Guerra Mundial como la patria de los eslavos del sur que en su mayoría no tenían nacionalidad, y forjada nuevamente como crisol étnico durante la Segunda Guerra Mundial, la antigua Yugoslavia fue dinamitada por separatistas cuando los comunistas perdieron el control sobre el país.

Yugoslavia se desintegró inmediatamente después de que las autoridades democráticamente elegidas, dominadas por separatistas, reemplazaran el régimen comunista que había estado impulsando durante las cinco décadas anteriores el concepto de "fraternidad y unidad" del difunto presidente Tito.

La República Federativa Socialista de Yugoslavia, que fue la encarnación más duradera y mejor conocida del país en sus 88 años de existencia, se desmembró en medio de violentas convulsiones que comenzaron con la secesión de Eslovenia y Croacia en 1991. Incluso antes de finalizar ese proceso de desintegración, Yugoslavia, que tenía la mitad de la población y el tamaño de España, había alumbrado seis nuevos estados y el séptimo estaba en camino.

Cinco guerras y 17 años más tarde, el separatismo aún azota a tres de los nuevos estados. Kosovo se está separando de Serbia, mientras que una partición basada en las fronteras étnicas en Bosnia y Macedonia sigue siendo motivo de preocupación.

Étnicamente monolítica y pequeña, Eslovenia sólo necesitó diez días de guerra para conquistar la independencia a mediados de 1991, a pesar de ser la primera de las seis repúblicas yugoslavas en separarse.

Croacia, donde el 12 por ciento de la población o 600.000 personas eran serbios, tuvo que luchar contra el Ejército yugoslavo y una insurgencia serbia hasta asegurar finalmente su soberanía en 1995.

Bosnia, una mezcla étnica de musulmanes, que constituyen la mayoría, aunque también alberga importantes comunidades serbias y croatas, fue escenario de la más brutal de las guerras yugoslavas y sigue dividida hasta el día de hoy.

Macedonia también declaró su independencia en 1991, pero fue la única república yugoslava que no tuvo que luchar para lograr su secesión. Sin embargo, sí tuvo que combatir contra separatistas albaneses una década después para asegurar su control sobre una gran porción de su territorio.

Montenegro decidió en la segunda mitad de los 90 que ya no quería seguir siendo la república hermana de Serbia en eventuales nuevas guerras y comenzó a aislarse, primero dentro de lo que había quedado de Yugoslavia e incluso después al formar una unión poco cohesionada con Serbia. La pequeña república adriática necesitó ocho años para divorciarse de forma incruenta de Serbia mediante un referéndum celebrado en 2006.

Después de la independencia de Montenegro, la mayor de las antiguas repúblicas yugoslavas, Serbia, se quedó sola y forzosamente se convirtió en una república independiente por primera vez en 88 años, durante los cuales había formado parte de varias uniones. Sin embargo, este nuevo estatuto no marcó un nuevo comienzo para el nuevo país.

Generalmente, la responsabilidad por el derramamiento de sangre en los Balcanes se atribuye a Serbia, que quería unir a todos los serbios en un país, aunque la quinta parte de ellos vive en Croacia y Bosnia.

Controlando el poderoso Ejército yugoslavo, Belgrado había incitado a los serbios allende sus fronteras a ir a la guerra para lograr su propia secesión con el objetivo de crear una Gran Serbia, algo que sigue siendo una meta política del partido más grande, ultranacionalista, del país.

Al final de todas las aventuras bélicas, Serbia y los serbios fueron las principales víctimas del apetito territorial de Belgrado: además de la pérdida de vidas humanas y las penurias económicas, el país está a punto de convertirse en la única ex república yugoslava que pierda territorio.

En la provincia de Kosovo, considerada la cuna espiritual de Serbia, separatistas albaneses aprovecharon el momento para intensificar su campaña cuando Belgrado se quedó debilitada por las guerras y el declive económico y cuando el país ya no le parecía importante a la comunidad internacional porque la paz estaba asegurada en Bosnia y Croacia.

Tras una década de resistencia no violenta a un régimen serbio cada vez más duro, los extremistas albaneses aumentaron la apuesta al lanzar una guerra insurgente en 1998 atacando a la Policía y los soldados serbios y aterrorizando a la población civil.

Serbia, que se había negado a hablar con albaneses moderados, reaccionó con una implacable e indiscriminada represión por parte del Ejército, la Policía y las temidas milicias paramilitares.

El conflicto en Kosovo y los rumores sobre matanzas perpetradas por los serbios desataron una avalancha de refugiados albaneses y llevó a la OTAN a lanzar una campaña de bombardeos de casi tres meses contra Yugoslavia en 1999, hasta que Belgrado retiró sus fuerzas de Kosovo.

Ahora nuevamente en el centro de la atención mundial, Kosovo está a punto de declarar su separación de Serbia con el apoyo de Occidente. El Gobierno de Belgrado, respaldado por Moscú, advierte que el reconocimiento de la independencia de Kosovo daría alas a los movimientos separatistas en todo el mundo.

El aparente éxito de los separatistas albanokosovares ha sido observado atentamente por países donde existen potenciales riesgos separatistas, como Eslovaquia, España, Grecia, Chipre y Rumania.

Sin embargo, incluso dentro de Kosovo hay amenazas separatistas. Los serbios del enclave de Mitrovica, en el norte, han establecido estructuras paralelas con la ayuda de Belgrado y rechazan colaborar con la administración de la ONU. Los serbios dicen que si los albaneses de Kosovo tienen el derecho de crear su Estado en el territorio donde constituyen la mayoría, entonces el mismo derecho se les debe conceder a los serbios que viven en el norte de Kosovo y en Bosnia, donde controlan la mitad del país.

Pero las cosas no terminarían ahí: los croatas reclamarían su porción de Bosnia e incluso antes los albaneses en Macedonia y el sur de Serbia nuevamente pedirían una unión con sus compatriotas en un Estado, lo que una vez más podría desatar una ola de violencia.

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