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La ultraderecha xenófoba avanza en Europa

La irrupción de la ultraderecha en el Parlamento sueco confirma el auge de partidos populistas, xenófobos o nacionalistas en Europa, que salieron reforzados de la crisis con un discurso que ataca al multiculturalismo y el islam.

Los comicios legislativos del domingo abrieron por primera vez la puerta del Parlamento a los ultraderechistas Demócratas de Suecia (DS), con 5,7% de los sufragios, un éxito electoral que sigue a los de los xenófobos en Holanda en junio y Hungría en abril.

La ultraderecha está presente, además, en el Gobierno de Italia y en los parlamentos de Austria, Bulgaria, Letonia y Eslovaquia.

La crisis económica explica el avance de estos partidos, aunque sólo parcialmente. La ideología de ultraderecha está fundada en "la promoción de un nacionalismo que defiende la primacía del marco nacional y la homogeneidad" cultural, explica Magali Balent, de la Fundación Robert Schuman.

El multiculturalismo en general y el islam en particular se convierten con frecuencia en chivos expiatorios, especialmente tras el 11-S.

Los Demócratas de Suecia utilizaron en la campaña un polémico anuncio, que acabó siendo censurado, en el que se veía a un grupo de musulmanas con burka adelantar a una anciana con muletas en una carrera simbólica para apropiarse de los subsidios.

En otros países, algunos gobiernos están adoptando políticas de ultraderecha para arrancar votos, conscientes de la rentabilidad electoral que supone el discurso xenófobo o nacionalista en tiempos de crisis y temor por el futuro, según los analistas. "Es la versión europea del Tea Party (movimiento ultraconservador de EEUU), una respuesta muy reaccionaria a la crisis", indica Fabrice Pothier, director de Carnegie Europe.

Pero el discurso antiinmigración que proclaman los partidos de ultraderecha y algunos gobiernos conservadores en Europa topa con una paradoja al contrastar ideas con cifras. Ahí donde el rechazo al inmigrante es más palpable, el número de extranjeros es a veces relativamente pequeño. En Finlandia, por ejemplo, la extrema derecha obtuvo más del 10% de los votos en junio pese a que sólo el 2,7% de la población es inmigrante.

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