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"El móvil debe estar presente en la escuela"

  • Ignacio Aguaded, catedrático en la Universidad de Huelva, es el director del Máster en Comunicación y Educación Audiovisual de la UNIA.

Ignacio Aguaded.

Ignacio Aguaded.

El Máster en Comunicación y Educación Audiovisual aborda su séptima edición siendo el único Máster Oficial de todo el país que trabaje la comunicación y la educación de una manera conjunta. Una propuesta de la Universidad de Huelva y la Universidad Internacional de Andalucía en la que 42 profesores de una veintena de centros universitarios de todo el país forman a medio centenar de futuros educomunicadores.

¿Qué es un educomunicador?

El educomunicador es una figura que no existe actualmente, al menos de manera reconocida y nosotros aspiramos a ella. Mucha gente piensa que el educomunicador es un comunicador que se hace educador o viceversa, pero creemos que es alguien que surge de uno u otro campo y llega a una síntesis superior. No es una adición entre un comunicador y educador, sino una adición en el sentido mucho más ético de la comunicación, más participativo, democratizador, profesional e independiente de los poderes fácticos y el poder, pero al mismo tiempo consciente de que sin comunicación no puede haber educador. Una figura que creo importante en empresas, redacciones de periódicos, escuelas... y por supuesto en toda la sociedad.

¿Hay gran demanda de alumnado en el Máster?

Sí, han llegado casi 300 solicitudes de matrículas y otros años la cifra ha llegado a 500. Este es un Máster Internacional, realizado en castellano y que tiene alumnado de muchos países. Colombia, México, Argentina, Brasil, Chile, Marruecos o Cuba son países que suelen estar presentes a través de su alumnado, además de estudiantes de toda España, de las Islas Canarias a Madrid pasando por Zaragoza o Alicante.

¿Y qué perfil tienen?

El perfil es de periodistas interesados en el tema educativo y educadores sensibilizados en el tema de la comunicación, casi siempre al 50 por ciento entre unos y otros. Son gente, en su inmensa mayoría, profesionales que ya tienen una trayectoria detrás.

¿A qué temas da respuesta este Máster?

Se centra en los cruces en la comunicación y educación. Por un lado, en cómo los educadores pueden utilizar las estrategias comunicativas para transformar las aulas, hacerlas más innovadoras, más creativas, más al compás de los nuevos tiempos. Hoy el aula no puede ser sólo un sitio de transmisión de información, sino también de filtrar, procesar... Porque la información está en la red. En este sentido, el Máster aborda un tema que preocupa a los organismos internacionales, pero que todavía tiene muy poca presencia en el mundo educativo. Por otro lado, también trabaja la vertiente comunicativa, con la intención de dar un sentido más ético y educativo a la profesión, porque todos los periodistas educan a través a los medios. Se trata de dar una nueva dignificación a la profesión a la vez que se exploran nuevos campos: nosotros defendemos que el periodista también debería tener una participación muy activa en el mundo educativo. ¿Por qué no hay periodistas en Bachillerato cuando sí que hay químicos o historiadores? Actualmente mantenemos asignaturas que, en muchos casos, no responden a las necesidades de la sociedad actual. Hoy día, si realmente la escuela tiene como fin principal formar a ciudadanos, no puede entenderse sin una formación básica en comunicación. Es algo imposible.

¿Y por qué cree que la comunicación aún no es una asignatura en las escuelas?

Entre otras cosas porque los periodistas siempre han planteado la profesión desde el punto de vista de la comunicación, pero no de la educación, como si no fueran las dos caras de una misma moneda. Nosotros defendemos que no pueden ir separadas: el buen educador debe comunicar bien y no existe un buen docente si no tiene unas estrategias comunicativas avanzadas. E, igualmente, no puede haber un buen comunicador que no tenga un sentido educador elevado: no es un asalariado o un técnico de una empresa que vende un producto sin más. Un profesional no se puede vender, la comunicación es un servicio público, no se puede dejar que un jefe tiránico dirija hacia dónde va la comunicación sólo por temas económicos.

¿Qué aportaría un periodista en las aulas de un instituto o un colegio?

El periodista aporta una visión fundamental al alumnado de algo que éste vive todos los días en su casa: la parcela comunicativa e informativa. Es algo que vivimos todos y no solamente a través de medios convencionales, televisión, radio... sino que hoy también se vive a través de redes sociales o videojuegos. Las tecnologías han supuesto una transformación radical de visión del mundo, de la globalización, en cuestiones de alimentación, tiempos de ocio... Y, por eso, todo ello debe ser analizado pero: ¿En qué asignatura se encuentra? ¿O es que hay que aprenderlo en la calle? Es casi como la situación de la educación sexual: si la persona tiene una vertiente sexual, debe ser analizada en la escuela, reflexionada; y no aprendida en la calle únicamente. Yo creo que la comunicación no es un tema para aprender en la calle, ocupa tanto tiempo y es tan importante, que debería sistematizarse.

¿Como una asignatura más?

No tanto en sentido clásico de asignatura convencional sobre qué es la radio o un periódico, no se trata de definir conceptos, sino de reflexionar sobre esta realidad de nuestra vida y aprender a adoptar actitudes y posicionamientos desde el punto de vista de los valores. Los medios no son malos de por sí, depende del uso que se les dé. La televisión es uno de los grandes inventos del siglo XX, pero no todos sus productos ofrecen lo mismo. Aunque el problema no es el mensaje, sino el receptor: una persona con filtros, con competencias mediáticas, es capaz de analizar un mismo programa de una manera totalmente distinta a quien no las tiene. Por ello, empoderar al alumnado en competencias mediáticas es una obligación de la escuela.

¿Y se hace?

No. Entre otras cosas porque el mundo de la comunicación está ausente del mundo educativo porque siempre se ha partido de la base de que son mundos totalmente antagónicos. El maestro odia la televisión porque cree que es todo basura. Y el comunicador piensa que él no tiene que educar, que eso es papel de la escuela. Sin embargo, creo que son dos realidades que deberían haber confluido más, solo que hasta ahora no lo han hecho. La comunicación debe formar parte del mundo educativo, debe enseñarse a los alumnos a empoderarse comunicativamente porque es una estrategia fundamental para una ciudadanía libre y democrática.

Y desde los medios de comunicación, ¿también tiene el periodista una labor educadora?

El periodista siempre debe tener una labor educadora. Un periodista como profesional sabe que todo lo que diga puede influenciar, crear estados de opinión; y siempre tiene una enorme responsabilidad informativa. Es absurdo decir que la comunicación por placer es distinta a la educación. La educación es un sentido amplio no es la enseñanza normal, es aquellos conocimientos que cualquier persona puede adquirir en cualquier contexto. El ser humano aprende constantemente de manera formal o informal y es algo que no se puede separar: es decir, no separamos lo que aprendemos en la calle o la escuela y, si se hiciera, nos sorprenderíamos de que la escuela tiene muy poca fuerza en la vida cotidiana, algo que debería replantear el mundo educativo. La escuela debe acercarse a las necesidades sociales de los ciudadanos y, hoy día, la comunicación, queramos o no, es importante. En el momento que hay punto con electricidad, hay también una televisión o un ordenador con internet, esa es la realidad. Sin embargo, el periodista todavía no tiene conciencia de su valor educativo ni el educador ha valorado las posibilidades tremendas que las estrategias comunicativas les ofrece. Primero, para actualizar los conocimientos actuales y, segundo, para transformar el modelo de transmisión de conocimiento actual.

¿Y cómo es esa transformación?

El periodista aprende indagando, consultando fuentes, buscando información, haciendo entrevistas, observando, investigando... Son estrategias maduras de aprendizaje. Yo hoy día no aprendo estudiando y haciendo exámenes: lo hago observando, reflexionando, debatiendo, leyendo... Es un tipo de aprendizaje que la estrategia comunicativa puede aportar a la escuela, pero eso supone una revolución educativa, a la que aspiramos pero no hemos llegado.

¿Se podría decir que ese alumnado aprende a realizar periodismo ciudadano? ¿Ello es positivo?

La verdad es que la realidad del periodismo ciudadano tiene doble cara. Nosotros hemos defendido el papel que tienen los ciudadanos ante los medios: no sólo a ser pasivos, sino también a participar en la comunicación, a empoderar a la gente desde el punto de vista de la producción de conocimiento. Pero también es cierto que se ha vulgarizado la información en el sentido de que hoy día las cosas no se filtran tanto... Yo soy un gran defensor del periodismo ciudadano, sus aportes son mayores que sus desventajas, ha supuesto una democratización en el proceso comunicativo; pero está claro en que hay que formar a la gente en que ese tipo de periodismo de cercanía... Creo que no es tanto periodismo sino información ciudadana, una comunicación horizontal, necesaria pero que a veces tergiversa de manera intencionada, con falta de profesionalidad, por ideologías... Yo entiendo más el periodismo como un sentido profesional y quizás lo erróneo del periodismo ciudadano sea su denominación. La profesión periodística tiene mucho sentido: el de dar aquello que el periodismo ciudadano, el de cercanía y no profesional, no puede dar.

¿Cómo qué?

Textos bien elaborados, veracidad, diversidad de fuentes, responsabilidad de lo que se dice... Internet ha transformado las posibilidades del periodismo y la educación, pero tenemos que encajarlo todavía, algo que aún no se ha producido porque la tecnología va siempre por delante de los hábitos y las costumbres. Internet es una enorme herramienta, pero hay que mirarla también con aristas.

Internet también ha cambiado también la escuela, ¿no? ¿El resultado es positivo?

Las tecnologías y la educación siempre han sido un casamiento mal avenido. Siempre han llegado tecnologías que la escuela ha querido integrar y nunca lo ha conseguido. Pasó en los años 90 con el vídeo, por ejemplo. Siempre ha habido preocupación de los políticos de enviar muchos medios, televisiones, proyectores, ordenadores... a los colegios y muchos se han pasado años en cajas sin que nadie las abriera. Realmente creo que no se ha abordado su implantación de una forma integral. La tecnología son medios llamativos, impactantes, pues siempre se les ha dado una aureola mítica que casi impide hacer uso de ellos. El uso de la tecnología en la enseñanza debe ser exclusivamente como herramienta auxiliar y para acercar el mundo de la escuela al mundo real, y eso cien por cien no se ha conseguido: mira lo que pasa ahora con los móviles.

Debe ser un tema complicado...

Sí, los profesores no saben si permitirlos, prohibirlos, usarlos, qué hacer con ellos... El papel de los smartphones en la escuela es muy difícil y es algo que estamos nosotros estudiando a través de un grupo de investigación. Yo creo que lo interesante es aplicarlos como herramienta educativa, que forme parte del proceso educativo, aunque es algo que aún no está resuelto. Tecnologías y educación son dos campos que están muy próximos pero que nunca han llegado a un equilibro.

Y, por ejemplo: ¿Cómo se puede alcanzar ese equilibrio con los teléfonos móviles?

Como todos los grandes problemas, el uso del móvil en la escuela no tiene una solución fácil. El problema no es el móvil, sino cómo el profesor puede integrar esa tecnología en la escuela y qué papel puede cumplir en un proyecto educativo actualizado y sintonizado con la realidad. La primera hipótesis es que si el móvil tiene una fuerte presencia en el mundo fuera de la escuela, tú no puedes cortarlo por lo sano en la escuela. Ésta no es un mundo artificial y, por tanto, debe ser una proyección del mundo real para reflexionar y dar respuesta a los problemas de ese mundo real: si la planteas como una frontera totalmente separada, no tiene sentido. Ya pasaba con la televisión: se veía mucho en casa y en la escuela nada, y eso es un error, porque para el alumnado no existe un mundo fuera del colegio y otro dentro, sino uno global. El móvil debe estar presente en la escuela porque está presente en la sociedad. La escuela es un espacio privilegiado para la reflexión y la mejora de las personas, pero a partir de lo que ocurre en la realidad porque, si no, nunca va a ser ese espacio privilegiado.

Pero muchos jóvenes viven enganchados a sus teléfonos... ¿Cómo se puede evitar eso en los centros educativos y que su uso no sea algo negativo finalmente?

El móvil en la escuela debe estar presente con unos usos distintos a los que estamos denunciado. Si va a servir sólo para aumentar la adicción a las redes sociales, no tienen ningún sentido, bastante horas lo usan ya. Por eso muchos maestros dicen que no, porque piensan en usos tradicionales, hipnotizados, negativos. Hay que pensar en cómo buscar usos al móvil que tengan un sentido educativo, que proyecte la educación al mundo exterior y que al mismo tiempo cumpla la función de la escuela, de reflexión y mejora de las personas. Y eso es posible, hay buenas prácticas que lo han conseguido. Pero es cierto que es un tema que no tiene solución fácil. Recuerdo hace años a padres preguntándome cuántas horas podía o no podían ver la televisión sus hijos, pero la respuesta era, ¿qué tipo de contenido? La cuestión no son las horas, sino el contenido. Por ello, si enseñamos a los chavales a hacer un uso inteligente del móvil, lo podrán tener encima de la mesa en clase, porque cuando lo usen será para empoderarse, buscar un tema que no conocen, acceder a información... Para qué usar un diccionario clásico, cuando eso no existe en la calle. Esa es la escuela para una sociedad que ya no existe: hay que construir una escuela que se pueda proyectar al futuro, que sea espacio de reflexión y transformación social; y por ello también creo que los políticos no están interesados en este tipo de temas, porque a ellos les interesa sociedades domesticadas, las que van a votar y punto; una sociedad crítica tiene que ser una sociedad rebelde, que nunca está contenta con lo que tiene: desde los valores sociales se pueden hacer muchas cosas.

¿Falta entonces iniciativa política para la inclusión de la tecnología en las aulas o también tiene que ver con la falta de recursos, formación o incluso motivación del profesorado?

Yo creo que es un problema integral. La formación sin recursos no sirve, pero tampoco es un problema de recursos porque muchas veces han llegado ordenadores y no se ha hecho un buen uso de ellos y, más bien al contrario, han interferido en el proceso educativo. Creo que lo que hay que hacer es un planteamiento mayor: saber para qué tiene que servir la escuela en una sociedad como la que tenemos hoy día y no como la teníamos hace 20 años. Internet y el acceso a la información han trastocado muchas esferas de nuestra vida y, a veces, en la sociedad no sabemos ni a dónde vamos. Mira ahora el internet de las cosas, hoy nos parece raro pero pronto no lo será, como la realidad aumentada, los mundos virtuales... Nos vienen cosas que están cada vez más presentes, como los propios smartphones. El problema es que la educación tiene que repensarse, y ahí tienen que participar los políticos, la comunidad educativa, los padres y sobre todo los maestros: los maestros siempre han estado sometidos a un proceso convulso de cambio, dando tumbos.

¿Y cómo cree que debe repensarse la educación?

Primero hay que marcar los grandes objetivos de la educación del presente y, probablemente, en ese entorno, las tecnologías van a tener un papel fundamental, pero siempre definido a partir de los objetivos. Hay que pararse a pensar para qué debe servir la escuela, porque la tecnología replantea mucho su cometido. Mira por ejemplo cómo el papel de la educación en casa vuelve a retomarse porque cualquier chaval puede conectarse con cualquier otro chaval de cualquier país del mundo. Existen podcast, vídeos grabados, bibliotecas y archivos digitales... Las tecnologías pueden aportar elementos que el mundo físico no puede: realidad aumentada, mundo virtual... No hay que tener miedo de la tecnología en la escuela, pero sí es verdad que hay que repensar su papel en la escuela, que no puede ser igual que hace dos décadas.  Hay una frase de un compañero del Máster, Joan Ferrer, que dice que el gran problema de la escuela es que mira a una sociedad que ya no existe. Es decir, forma para el futuro mirando al pasado, lo que genera un desfase generacional. Los profesores enseñan lo que ellos aprendieron, pero es que ese mundo ya no existe y menos va a existir. La escuela debería pensar, y es su principal reto, ¿cómo puede ser la sociedad del futuro? ¿A qué alumnos debemos formar para que en unos años sea un ciudadano con conocimiento crítico, sentido inteligente de la vida y valores humanos? Hay que enseñar estrategias, aptitudes y conocimientos que le permitan estar ahí en el futuro.

 

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