arte

Acerca de la imagen

  • La exposición de Vik Muniz abre caminos a 'lo fotográfico': no se trata (sólo) de aprisionar el instante, sino de reflexionar sobre la imagen y su implicación colectiva

Resultaría complicado precisar a qué disciplina responde el trabajo del artista brasileño Vik Muniz. El propio Muniz advierte que es un artista que construye significados a partir de otros significados. Tal vez no sea ésta una cuestión vital, y más cuando tantas veces empleamos el término multidisciplinar como comodín, pero en el intento se puede desgranar lo singular de su estrategia. La fotografía es sin duda la herramienta indispensable en su trabajo, puesto que toda su obra, aunque se iniciase en la escultura, ha tenido como resultado final el registro fotográfico. Sin embargo, y haciendo Muniz habitualmente uso de las diferentes características que le proporciona el material fotográfico y adaptando todo el proceso artístico de cara a la correcta captación por parte de la máquina y su posterior reproducción en una imagen (plana o bidimensional), la fotografía no deja de ser una técnica que registra o documenta el resultado final de una acción. Este acto artístico, en según qué caso, ha de ser asimilado a la pintura o al dibujo (sus fotografías de obras hechas con chocolate, mermelada, polvo, caviar, confeti, hilo o azúcar), lo escultórico (formas hechas con plastilina), o lo instalativo y ambiental (composiciones en un espacio con objetos de desecho y que al ser fotografiadas, desde una altura estimable y en diagonal, revelan imágenes reconocibles). El uso que hace de la fotografía evidencia, tal vez, la principal cualidad o al menos el principal valor que le hemos conferido a este procedimiento: el de aprisionar el instante; detener lo efímero, lo fugaz; mantener lo frágil; o conservar la imagen de lo llamado a deteriorarse, pudrirse o lo que resulta inviable o imposible mantener. Sus acciones son, casi siempre, eventuales, sus imágenes eternas.

El trabajo de Muniz no puede desligarse de la naturaleza de lo fotográfico y sus relaciones con otras disciplinas, especialmente la pintura, debate por otro lado de gran pujanza y riqueza desde hace décadas y al que el CAC ha atendido sistemáticamente con exposiciones como las de Gerhard Richter, Wilheim Sasnal, Caro Niederer o Thomas Ruff. Sin embargo, lo fotográfico queda excedido por su reflexión en torno a la imagen y su estatuto, sobre la capacidad de ésta de conformar nuestro imaginario colectivo, la facultad de difundir ilusiones que pasan por ser verdades ante el carácter de fidelidad que el medio fotográfico parece contener -parece certificar, esto es, dar certeza-, así como la capacidad de condicionar nuestra percepción y conocimiento. El propio Muniz señala lo siguiente: "La gente toma conciencia de las falacias de la información visual y el placer que puede obtener de esas falacias gracias a ilusiones tan malévolas como las mías" (Art Now, 2002).

Así, al ver muchas de sus fotografías, surge la distinción entre la imagen y el objeto (también la imagen y la materia), esto es, entre la imagen plana que todos reconocemos, porque además Muniz se apropia de verdaderos iconos de la cultura visual, y los materiales que la conforman u originan. Sucede algo parecido a cuando nos situamos ante una obra del pintor manierista Arcimboldo: distinguimos entre la imagen y su naturaleza material, los fragmentos que componen esa una unidad icónica. En otros casos, la imagen es el material, como en su serie de nubes de algodón (Equivalents) o cualquiera de sus imágenes de chocolate, azúcar o polvo.

Las obras de arte que reproduce usando distintos elementos y sustancias, para después ser fotografiadas, tanto como esas sustancias, no suelen ser arbitrarias. Los materiales tienen un claro sentido semántico que refuerzan y connotan las imágenes, ya que poseen un profundo simbolismo y relación con el referente que hacen visible. Como el azúcar con el que reproduce los retratos de niños que son explotados en la recolección de la caña, la basura que recogen los meninos da rua en su Brasil natal, soldaditos de juguete que componen el rostro de niños-soldados africanos, o las revistas cortadas en jirones que recuerdan a las expresionistas y matéricas pinceladas de Van Gogh en la versión de Campo de trigo con cipreses. Por su parte, las imágenes actúan como metáforas o se asocian a los materiales. No parece gratuito la elección del Narciso de Caravaggio (alegoría de la vanidad) o la de Saturno devorando a sus hijos de Goya (entre otras cosas simboliza la autodestrucción), las cuales realiza con desechos que caracterizan nuestra -¿agonizante?- sociedad de consumo.

La exposición resulta completísima y exhaustiva, atendiendo además a series y trabajos que hemos de considerar capitales e ilustradores de su estrategia y que, debido a las continuas variaciones en la trayectoria de Muniz, habían quedado ocultados o eclipsados especialmente por las series en las que reproduce obras de arte. Muchos de estos trabajos, en algunos casos menos ambiciosos en lo material que los posteriores pero igual o más si cabe en lo conceptual, se contextualizan con series postreras, haciendo surgir líneas que revelan constantes en su carrera. Tal es la exhaustividad del conjunto para con su quehacer, que si no fuera por el aspecto señalado anteriormente podríamos hablar de enciclopédica, sin embargo, el montaje se encarga de romper los parámetros cronológicos, entre otros, para arrojar nuevas interpretaciones y relaciones. De este modo se enfrentan fotografías hechas con basura de niños de la calle con otras hechas con diamantes y que reproducen glamourosas estrellas de cine, lo cual evidencia cierta vis comprometida y crítica. O se reúnen sus trabajos, algunos muy distantes entre sí, en torno a la intervención en el paisaje y la Naturaleza. En este particular, ajeno a sus grandes fotografías sobre iconos del arte, la exposición resulta fascinante. Sus imágenes de Earthworks se ponen en relación con sus series Cloud cloud y Equivalents. Las dos últimas revelan una manera distinta de hacer-visible la imagen, mediante la materia o bien mediante la forma, y ambas tienen como común denominador que tratan de crear nubes con algodón y con humo de una avioneta obteniendo formas ambiguas. Son imágenes delicadas y con un alto contenido poético. Por su parte, los Earthworks vuelven a ofrecernos una reflexión sobre la fotografía. Atendiendo a su trayectoria se comprende cuánta afinidad hubo de despertar en Muniz la obra de los artistas ligados al Land Art (muchas de las intervenciones de éstos eran efímeras, por lo que consideraban la fotografía de estas acciones la obra per se, como era el caso, entre otros, de Robert Smithson). En Earthworks hace dibujos en vastas extensiones de tierra y en canteras, retomando la obra de Michael Heizer o Ana Mendieta. Junto a esas verdaderas intervenciones hechas en la Naturaleza con retroexcavadoras y tomadas desde el aire, incluye maquetas de falsas intervenciones y, tras fotografiarlas, las amplia hasta poderse confundir con las otras reales, evidenciando cuánto de verdad y cuánto de engaño contiene el medio fotográfico.

CAC Málaga C/ Alemania, s/n Hasta el 2 de diciembre

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