Cultura

Actos y consecuencias

Drama, Francia, 2013, 130 min. Dirección y guión: Asghar Farhadi. Fotografía: Mahmoud Kalari. Intérpretes: Bérénice Bejo, Tahar Rahim, Babak Karimi, Ali Mosaffa, Pauline Burlet, Elyes Aguis, Jeanne Jestin, Sabrina Ouazani. Cine: Albéniz, Vialia.

A falta de poder ver sus tres primeras cintas, lo que hasta ahora nos ha llegado de su filmografía confirma a Asghar Farhadi como una de las voces más poderosas y singulares del drama realista contemporáneo alejado de los modos habituales de ese cine iraní de exportación, neorrealista y reflexivo, que empezó a verse en Occidente de la mano de Kiarostami o Panahi.

Con A propósito de Elly y Nader y Simin, una separación descubríamos otros perfiles del Irán de hoy a través de personajes de clase media y conflictos íntimos y familiares en clave de melodrama bajo los que no era difícil identificar también algunas de las cuestiones sociales y políticas que afectan a las relaciones y los comportamientos (esencialmente de género) en aquel país.

Con El pasado, y tras los premios a Nader y Simin, Farhadi da el inevitable salto a Europa y a una cierta tendencia de qualité con una película que se quiere a un tiempo prolongación de aquellas dos y por otro carta de presentación para testar la universalidad de sus métodos en un nuevo territorio.

Es cierto que la fórmula, reconocible ya, sigue funcionando con cierta fuerza, en su escrutinio complejo y detallado de las relaciones familiares y personales, de nuevo aquí tras una separación; en la dinámica de actos, roces y consecuencias entre un puñado de personajes en plena crisis, prisioneros de un pasado que se va revelando poco a poco como mecanismo que impulsa los conflictos y las decisiones.

En apenas un único espacio y dos intensas jornadas, Farhadi levanta un drama concentrado sobre la dificultad de las relaciones de pareja, las tensiones entre padres e hijos, el funcionamiento de nuevos modelos de familia, sobre el peso de las decisiones y sus repercusiones en el entorno.

Farhadi tal vez se transponga aquí en el personaje del iraní (Ali Mosaffa) que regresa a París para firmar el divorcio con su mujer (Bérénice Bejo, premiada en Cannes). Es su talante conciliador, su papel de guía moral de la trama, su tono suave y sensato, el que parece anclar y leer la película desde una perspectiva adulta entre estallidos de violencia cassavetiana de baja intensidad y revelaciones encadenadas que alejan poco a poco a la película de su núcleo para apostar por cierto efectismo en la investigación de las causas que mantienen a todos los personajes en la cuerda floja sobre el abismo.

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