Arquitectura

Aires de cambio

  • El balance arquitectónico de 2007 está marcado por los concursos, actividad que desconocíamos y ahora forma parte de nuestro cambiante cosmos de ideas

Año extraño este 2007, en el que al tiempo que las inmobiliarias se hunden, pese a que el precio de la vivienda permanezca inconmovible, los concursos han llegado a nuestras vidas. Pasamos del "este proyecto es para Paco" a "¿quién crees que ganará? ¿Paco?". No es un cambio menor, y quizá sea el único modo de cambiar a mejor nuestro panorama arquitectónico -ah, recuerden que Alfred Hitchcock nunca logró un Oscar-. En los pasados doce meses se resolvieron dos de los más esperados: el del Parque de Transportes y el del Parque de los Cuentos. El primero se lo llevó la hoja de Carmé Pinos -en versión reducida- y el segundo fue para el portugués Aires Mateus, con un proyecto austero, minimal y espiritual.

Pero la carrera de ratas más sonada de 2007 no se ha resuelto, sino que solo ha comenzado: la del Auditorio. El botín, tanto creativo como económico, ha atraído a cazadores como Richard Rogers y Pepe Morales, entre otros, casi todos ellos con equipo malagueño. Nunca antes se había sentido tanto interés por idear algo en Málaga. No es para menos, tanto por su situación como por su futuro uso, el Auditorio está llamado a ser una de las construcciones que definan esta ciudad y, quizá, la tipología de esta clase de edificios.

No todo han sido concursos en 2007, también ha habido alguna inauguración y, algo menos habitual, incluso un premio. El FAD de Arquitectura recayó este año en la sede judicial de Antequera, de Ignacio Laguillo Díaz y Harald Schönegger -casi otro premio ha sido la estación de AVE de Santa Ana, de L35-. No fue un premio, pero vale por tal, la selección de la nueva sede de la Diputación de Málaga, de Luis Machuca, por la Bienal Española de Arquitectura. No estamos acostumbrados a tanto aplauso de fuera.

A nivel local, entre amigos, los Premios Málaga han soltado pedrea para (casi) todos, reconociendo el ascenso de figuras de aquí cono Gavilanes y edificios como el Centro de empresas para la Agencia de Innovación y Desarrollo de Andalucía, de Ignacio de la Peña Muñoz. También se llevó su momento de gloria el monumental Auditorio al aire libre de Javier Pérez de la Fuente, quien sorprenderá a muchos cuando se ejecuté su proyecto para la nueva sede de la Gerencia de Urbanismo -hermoso conjunto de cristal, torres cortadas y jardín elevado-.

Una inauguración invisible, pero que ha cambiado la cara de la ciudad, es la de la Estación Marítima. Es un edificio funcional y correcto, quizá demasiado, que es una de las entradas a Málaga. Las otras dos también han cambiado, tanto la estación de Renfe, ahora un gran centro comercial y hotelero sin personalidad, y el aeropuerto, convertido en una gran zona de obras pero del que se espera dignidad y utilidad -también belleza, al menos gracias al nuevo aparcamiento-.

Más cambios. La Escuela de Arquitectura sigue gateando, apenas ha nacido, pero es nuestra principal fuente de esperanza. Esta año han sido sus profesores los que han copado el concurso de vivienda pública de Soliva, pero en no demasiado tiempo deben ser sus alumnos quienes eleven el nivel de nuestras calles y hogares. La ciudad sigue creciendo -a golpes y no siempre bien- y, por fin, también comienza a pagar sus deudas con los desastres de pasadas expansiones: el abandonado Centro Histórico cambia su piel poco a poco, pero ya de un modo visible, y la congestionada e inhumana Carretera de Cádiz será peatonal algún día. Son aires de cambio, quizá solo una brisa, pero refresca y sienta bien.

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