Cultura

Antonio Altarriba se mete en la cabeza de un 'psicokiller' estético en 'Yo, asesino'

El arte siempre ha tenido en lo cruel unos de sus leitmotiv favoritos, un vínculo que el protagonista de la novela gráfica Yo, asesino, del premio Nacional de Cómic 2010 Antonio Altarriba y el dibujante Keko, lleva al paroxismo al cruzar la línea y convertirse en un psicokiller de fines estéticos. Altarriba dejó con el paso cambiado al editor francés -con quien publicó la premiada El arte de volar- cuando le planteó una oscura historia sobre un catedrático obsesionado con la muerte y el dolor, capaz de transformar el último suspiro de sus víctimas en una "performance" sublime, explicó el guionista.

Una imaginería, la del asesino en serie, muy alejada de su anterior novela, donde narraba, con cierto sabor a recuperación de la memoria histórica, la vida de su padre durante la posguerra. "Quería una historia de menor implicación afectiva porque El arte de volar fue muy duro para mí", comenta el escritor, que se decantó por hurgar en las ficciones sobre psicokillers que han proliferado en cine, televisión e incluso la literatura, aunque su punto de vista iba a ser diferente.

"El asesino en serie suele encarnar el mal absoluto. Es una forma de situar el mal dentro del ser humano, en la que nosotros quedamos al margen: es un transtornado, no es uno de los nuestros. Esa visión consoladora me parecía echar balones fuera, como si fuera algo con lo que la gente común no tuviéramos nada que ver", revela el autor.

La elección del título resulta ya toda una "autoinculpación, un acercamiento a la pulsión criminal" que esta novela gráfica, que narra una voz interior, explora a través de un catedrático de arte de la Universidad del País Vasco en Vitoria, ciudad en la que Altarriba (Zaragoza, 1952), profesor de literatura francesa, vive desde hace 40 años.

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