Cultura

Arrivederla caro maestro Ceccato

Y con Tchaikovsky llegó el final. Una palabra ésta que no sólo nos invita a despedirnos de la actual temporada de la Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM), sino que se convierte en adiós para la que hasta esta noche inclusive ha sido la batuta titular de la formación malacitana. Cinco años de trabajo por parte del maestro italiano y que como todo proceso ha vivido momentos buenos y, tal vez, no tan buenos. Sea como fuera, y al margen de toda polémica que pueda suscitar el que la obra de encargo prevista no se estrenó para la ocasión requerida, me viene a la memoria aquella frase que San Mateo comentó en los Evangelios y que viene a colación como pensamiento de vida, al margen de cualquier implicación religiosa: "Por sus frutos los conoceréis" (40:7:15-40:7:20).

Sin la pieza de Díaz, se presentó una primera parte del programa de apenas media hora y poco significativa en su interpretación global. En este sentido, se vivió una permanente sensación de inseguridad en el arranque y evolución de los primeros momentos de Romeo y Julieta. Aunque Ceccato apostó por una versión en tempo más acorde a la senda de batutas como Otaka, y de esta forma, alejadas de las ejecuciones más veloces de Toscanini y Siegel, no se constató calidez ni un verdadero contraste en los temas que el compositor ruso expone en su creación. Sonidos ásperos en los metales, intensidad descarada en las intervenciones de la trompa y ciertos desajustes en varias entradas de la cuerda no ofrecieron un digno resultado.

Con la Serenata melancólica para violín y orquesta, op. 26 se vaticinó un giro gradual en la calidad del concierto. En este caso se presentó esta aparente sencilla pieza para violín y orquesta que encierra el trasfondo de la riqueza de tantas otras de Tchaikovsky. Para esta ocasión, fue Jozef Horvath, solista de la OFM, el encargado de realizar una versión técnicamente resuelta y correcta en los planteamientos exigidos. Si bien se apreciaron leves desajustes entre solistas y trompas en un primer momento, su corrección en la reexposición temática cerró la cuestión, a pesar de un final no muy bien matizado.

Finalmente, la Patética. Obra que cierra el ciclo y que brilló con absoluta luz propia. Podría detenerme en la excelente aportación de las maderas del primer tiempo, en la óptima entrada de los violonchelos del segundo, o inclusive, en el sonido compacto cosechado por el conjunto en el tercero. Pero me parece más interesante hablar de un notable cuarto o Adagio lamentoso-Andante de excelente final realizado entre la sección de metales y las cuerdas graves, bien modulado por Ceccato. Felicitaciones maestro.

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