Cultura

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Cuenta la leyenda que en mayo de 1977 Steven Spielberg y George Lucas, dos de los barbudos que estaban poniendo patas arriba Hollywood en aquella década post-Vietnam, coincidieron en las playas de Hawai. El primero de ellos había hecho una escapada de la agotadora preparación de Encuentros en la Tercera Fase. Lucas se había tomado unos días de descanso antes del estreno de La guerra de las galaxias, en cuyo futuro no tenía mucha fe tras su desquiciante rodaje. La leyenda continúa así: mientras construía un castillo de arena en la playa, Spielberg confío a su amigo que su máximo deseo era hacer una de James Bond. Lucas le replicó que él tenía algo mejor, la historia de un arqueólogo que lucha por la bíblica Arca de la Alianza. Incluso tenía una escena muy definida, en la que el protagonista saltaba a un camión desde un caballo.

Años antes de este encuentro playero, Lucas, una de las grandes fábricas de ideas de aquel momento -suya fue la ocurrencia original de adaptar el conradiano El corazón de las tinieblas a la guerra de Vietnam, que tras muchos avatares acabó siendo Apocalypse Now-, empezó a pensar un proyecto en el que recuperaba en un solo tomo los viejos seriales de los años 30, filmes en episodios y carne de sesiones dobles que acababan con el héroe colgado de un precipicio hasta la semana siguiente. Era una operación nostálgico-revisionista propia de lo que hacían los barbudos en sus primeros tiempos: coger un género clásico del Hollywood dorado, corregirlo y aumentarlo. Lucas empezó a trabajar el tema con Philip Kaufmann, quien introdujo como macguffin narrativo el Arca de la Alianza. Pero Kaufmann se desentendió del proyecto tras ser fichado por Clint Eastwood como director de El fuera de la ley (decisión incorrecta: acabó despedido del filme que terminó el propio Eastwood). Lucas mandó a su arqueólogo al cajón hasta la citada charla con Spielberg. Empezaron a trabajarlo en enero de 1978, mucho más relajados. Los filmes de los que se habían refugiado en Hawai habían sido grandes éxitos que les habían consolidado como los reyes de Hollywood. A ellos se unió el guionista Lawrence Kasdan. Tras enclaustrarse durante cuatro días, sacaron las líneas maestras de la trama, desechando muchas ideas que luego serían recuperadas en los otros títulos de la saga. Kasdan hizo hasta cinco borradores del guión antes del definitivo. Pero entonces empezó un peregrinar por los estudios, pues a pesar de la solvencia de sus responsables aquéllos no acababan de decidirse por financiar una historia tan disparatada. Ante esto, Lucas decidió seguir con su trilogía galáctica y Spielberg afrontó el mayor error de su carrera, 1941.

Al fin la Paramount decidió correr el riesgo y en 1980 empezó el rodaje. Claro que para Spielberg las cosas habían cambiado. El batacazo de 1941 lo ponía en la comprometida tesitura de acabar como otros lumbreras de su generación que habían derrapado, como Bodganovich o Cimino. Así que se tomó muy en serio la cinta de Lucas, llamada En busca del arca perdida. Una muestra de que el filme del arqueólogo fue para Spielberg una forma de recuperar su crédito industrial es que pulió el guión y consiguió reducir de 87 a 73 los días de rodaje, gracias a lo cual el presupuesto inicial de 40 millones de dólares se rebajo a la mitad. Por algo es el más listo de la clase. Curiosamente, Harrison Ford no fue la primera opción para el arqueólogo llamado Indiana Jones -Indiana por el perro de Lucas y Jones después que Spielberg cambiará el inicial apellido de Smith-, del que en la tercera parte se informa de que se llama Henry de nombre de pila. El elegido fue Tom Selleck, pero su compromiso con la serie Mágnum le impidió aceptar el papel. Debe de estar aún tirándose de su poblado mostacho...

El filme se rodó en cuatro localizaciones. Interiores en estudios británicos, donde se montó el Pozo de las Ánimas; La Rochelle, en la que se rodó la parte de la base de submarinos -el sumergible que aparece lo tomaron prestado de la producción alemana El submarino, que acababa de rodarse allí-; Túnez para las escenas de ambientación egipcia; y Hawai para los exteriores del apabullante principio de la saga. Hubo bastantes anécdotas. El célebre momento en que Indy despacha de un tiro a un exhibicionista espadachín estaba pensado como una pelea a espada y látigo, pero ese día Harrison Ford estaba enfermo del estómago -si se fijan bien en la secuencia tiene una cara horrible- y no podía hacer esfuerzos, así que se optó por la vía expeditiva. En la escena de las serpientes, que agotó las existencias de muchos animalarios -aquellos tiempos sin efectos digitales...- se contaba con un suero que luego se descubrió que estaba caducado. Karen Allen, una disciplinada actriz delmétodo que se empapó de las teorías de Stanislavsky para correr y trepar, no podía soportar a las serpientes, así que Spielberg le arrojó una a los hombros para que se acostumbrase.

A pesar de su complejidad, la preparación fue tan buena que el rodaje transcurrió en orden y rápidamente. Spielberg sigue diciendo hoy en día que En busca del Arca perdida es la película mejor producida en las que ha participado. Luego, se trabajó largamente en su posproducción, que incluían los efectos especiales de la traca final, y en su banda sonora, encargada a un viejo compinche de ambos cineastas, John Williams, que hizo una música inolvidable. El filme estuvo listo para su estreno el 12 de junio de 1981, pero la inquietud acabó dominando al dúo. ¿No sería después de todo demasiado disparatada? Pronto suspiraron de alivio. La producción recaudó la friolera de 385 millones de dólares en todo el mundo y se convirtió en un clásico inatacable. Los Oscar se rindieron al fenómeno concediéndole una estatuilla especial a la película por su contribución tecnológica. Un eufemismo para nombrar el impacto de una película que 30 años después sigue siendo un carrusel de emociones de una pureza que nadie ha sabido igualar. Spielberg cogió gracias al doctor Jones fuerza suficiente para rodar E.T. y convertirse en el Midas absoluto. No es de extrañar que desde entonces no haya dejado de ir a Hawai como supersticioso rito en vísperas de sus estrenos. El doctor Jones alargaría su éxito en tres secuelas, la última de hace sólo tres años, aunque Spielberg intentaba escaparse de ella pues ya estaba inmerso en proyectos de de la contundencia de Múnich. Pero ésa es otra historia.

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