Cultura

Bergman y la música de la tensión

  • La editorial Nórdica publica el guión de 'Persona', una de las cimas en la carrera del director · El autor reflexiona sobre la identidad en una historia cuya complejidad ha provocado numerosas interpretaciones

En Persona, esa película plagada de incertidumbres, desdoblamientos y sugerencias que Ingmar Bergman rodó en 1966, el director sueco se entregó a un catártico ejercicio de libertad en el que volcó algunas de las inquietudes que con mayor intensidad le hostigaban e insertó, en una narrativa audaz, las imágenes perturbadoras que asomaban por su pensamiento. Esa modernidad con la que el autor afrontó sus fantasmas se percibe en el guión del largometraje, que ahora edita en España la editorial Nórdica.

El libreto no es, como anuncia el propio Bergman en el preámbulo de su texto, "un guión cinematográfico en su concepción habitual". El director compara su obra con "el tema de una melodía, el cual, según creo, podré ir instrumentando a lo largo de la grabación", y confiesa que "son muchos los puntos en los que no me siento seguro y de un pasaje, como mínimo, no sé nada en absoluto". Es por ello que el cineasta apela "a la imaginación del lector o del espectador para que disponga libremente del material que aquí pongo a su disposición".

Jonás Trueba, encargado de prologar esta edición en papel de Persona, subraya la singularidad de la narración y señala la notable calidad como escritor de Bergman, un talento que el lector español ya ha podido apreciar antes en numerosas publicaciones. "Pocos guiones se alejan tanto de los tecnicismos propios del género y se acercan más al lector común de novelas. No se trata de una mera descripción de futuras imágenes, sino de un poderoso texto literario cuya fuerza reside en su capacidad para seducir e interrogar". No en vano, según apunta Trueba, el creador contemplaba los guiones como si se trataran "de un largo y cariñoso mensaje a los actores y técnicos que van a trabajar en la película".

La aparición en las librerías del guión de Persona supone, en todo caso, la posibilidad de explorar desde otro ámbito el misterio de un relato que se abisma en las brumas de la psicología humana. La historia de la convivencia entre una actriz entregada a un enigmático silencio (Liv Ullmann) y la enfermera responsable de sus cuidados (Bibi Andersson) ha propiciado multitud de lecturas con las que Bergman solía mostrar su desacuerdo. Para algunos, según recoge Trueba, el argumento "siempre ha resultado incomprensible y exasperante", mientras que "para otros, se trata de una reflexión soberbia sobre el alma humana y la pérdida de identidad. Pero Bergman siempre negó cada una de las interpretaciones que le lanzaban sobre su película. Para él no era más que "una tensión, una situación, algo que ha ocurrido y pasado, y más allá de eso, no sé".

A pesar de que el realizador eludiese un análisis racional de su filme y siempre atribuyera al azar el germen del proyecto -explicaba que fue descubrir el sorprendente parecido físico entre Ullmann y Andersson el detonante de la ficción-, el personaje protagonista parece un medio a través del cual el autor exterioriza sus temores. Como la actriz Elisabet Vogler, Bergman tuvo que abandonar su trabajo en el teatro y estuvo ingresado en un hospital -en su caso por una bronconeumonía-, un tiempo en el que Trueba cree que el genio estuvo "sumido en una profunda crisis existencial y personal" y sintió por primera vez "la necesidad de interrogarse acerca de su actividad como creador y de poner ésta en relación con la sociedad y con el mundo", desvelos que no es difícil reconocer en la atormentada mudez que sufre Liv Ullmann en el largometraje.

Si bien el guión no incluye algunos pasajes que sí están en la película -escenas que se añadirían durante el rodaje- los diálogos y descripciones de Persona pueden entenderse como la partitura que precede a una interpretación, inspirada y libre, por parte de su creador. El lector también tiene acceso aquí a esa atmósfera desasosegante del filme -que Bergman tomó de su estancia en el hospital- y a algunos de los momentos más impactantes del largometraje, como esa desgarradora confesión de Alma, la enfermera, en la que aflora una infidelidad que alteró la "seguridad indecible" de una armonía artificial en la que todo estaba "ya decidido". Una fisura en sus planteamientos que le hace cuestionarse sobre la dolorosa duplicidad del ser humano. "¿Puede una ser personas totalmente distintas, una al lado de la otra, simultáneamente?", se pregunta, antes de reír, expresa el guión, "una risa miserable, forzada".

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