Cultura

De las Biznagas en portugués

  • Reflexiones a cuenta de la titularidad 'en español' del escaparate

Ganadores de la pasada edición del Festival de Málaga, el sábado, con sus premios, en el Teatro Cervantes.

Ganadores de la pasada edición del Festival de Málaga, el sábado, con sus premios, en el Teatro Cervantes. / javier albiñana

En primer lugar, el Festival de Cine malagueño tiene una enfermedad semiótica. Además de confundir el en español, los propios representantes de la organización confunden continuamente lo latino con lo iberoamericano como si de lo mismo se tratara. Pero tiene fácil solución. Por favor, consulten a profesores magníficos que los hay en la UMA ante la duda, o nombren a un filólogo de cabecera ante tanto lío.

El Festival de Málaga, que inició nuevo rumbo hace dos ediciones (o mejor dicho: que inició una huida hacia adelante, tumbando los logros conseguidos en una larga etapa anterior), se ha convertido en un festival de películas de segunda, muchas de ellas primeras o segundas obras, y a la cola de los muchos festivales iberoamericanos existentes en Europa. El festival no necesita cambiar de fechas (se ha fijado en marzo) para tratar de justificar la inconveniencia del trasiego de estos años pasados. Lo que necesita es credibilidad, para que los productores acudan a su sección a concurso antes de estrenar sus películas en salas y sea así una plataforma útil e importante de lanzamiento. Y esto es lo que se sigue sin conseguir en 21 años. Los que ven un paralelismo en el futuro recorrido de Las distancias con el de Verano 1993 se equivocan. Siendo una magnífica película, no es primera obra, como la también magnífica Verano 1993.

Ya se está gestando en Mallorca un nuevo Festival de Cine Español con el apoyo de Tele 5

Cosas buenas: muchas. La sección de Documentales de Málaga se ha convertido probablemente junto con Punto de Vista de Pamplona, en uno de los mejores festivales de cine documental. Y el complemento Málaga Docs es un acierto absoluto. ¿Por qué? Por la seriedad de las personas que lo organizan y el rigor en su trabajo de selección. Magnífica también, aunque con 20 años de retraso, la sección de Industria. Buen inicio y buena organización. El cine, además de cultura, es industria. Menos mal que alguien se dio cuenta. Una de las cosas que hacen grande al festival de Cannes es su Mercado. La implicación del festival en la ciudad durante el resto del año es un logro también de la actual dirección, cosa que a los dos anteriores directores, por distintos motivos, no parecía importarles tanto.

Muy mal, eso sí, las ruedas de prensa vacías de las películas iberoamericanas, sin casi presencia de la producción. Y las proyecciones discriminatorias de las películas iberoamericanas, fuera del contexto del Cervantes, para tapar la ausencia de representantes. En todos los festivales del mundo la proyección para los medios y su inmediata rueda de prensa se suelen celebrar siempre en el mismo lugar. Este tratamiento discriminatorio demuestra un desprecio y una falta de respeto a la cinematografía a la que representa.

Sobre la disminución de asistentes a la alfombra roja, en general, y algunas sesiones/homenajes con el patio de butacas del Cervantes semivacío, no opino. Ya hay prensa dedicada a esa especialidad.

En cuanto a la proyección en el Cervantes de teleseries pensadas y diseñadas para la televisión, quiero manifestar mi desacuerdo absoluto. En este sentido coincido con la postura del festival de Cannes. El cine no hecho para salas, que vaya a su territorio. Que Netflix o HBO organicen sus festivales, seguro que no tienen problemas en hacerlo.

No me interesa hablar de cantidades respecto al festival de cine. Ya se encargan las propias voces oficiales del festival de hacerlo en estos días, aunque siempre me pregunto qué empresas están detrás de esas estadísticas o, al menos, qué sociólogos las elaboran y cuantifican. Hablemos de calidades. Y esto nos lleva a concluir que el nivel medio de las películas españolas ha sido muy bajo. Películas menores y de directores mayoritariamente primerizos, salvo un par de nombres, que acuden, a su vez, con películas menores o, incluso, como en el caso de David Trueba, rodadas al margen de la industria. Y en el caso de las películas iberoamericanas, con un nivel medio muy superior al de las españolas. Y claro, es un país que compite contra 23, nada más y nada menos.

Con respecto al veredicto del jurado de este año, en general, de acuerdo. No obstante, los premios ex aequo deberían ser una excepción y han dado dos: Especial del Jurado a dos películas y Mejor Actriz a dos actrices, además del premio ex aequo heredado a perpetuidad por las bases del propio festival: dos Biznagas de Oro. Ya hablé de ello en un anterior artículo. Los premios compartidos devalúan al jurado y al propio premio.

Pero quedan algunas preguntas pendientes: ¿Hasta cuándo el Consejo de Administración del festival de Málaga va a estar compuesto por -sólo- nueve políticos y nadie más? ¿El director gerente del festival, así llamado en los estatutos, tiene voz, pero ni siquiera voto? ¿Es que no hay instituciones culturales, educativas o cívicas ciudadanas que puedan participar en él, como ocurre con el resto de festivales importantes de España?

Para terminar, lo que ya se presentía como una realidad posible, se ha convertido en un proyecto concreto. Al parecer, hay ya un grupo trabajando en la organización de un Festival de Cine Español que cogería la antorcha, donde la dejó Málaga hace dos años. Y en concreto en la ciudad de Palma de Mallorca y con Tele5 detrás como patrono mayoritario. Me pregunto: ¿qué hará Juan Antonio Vigar si este proyecto se convierte en realidad?

Larga vida al nuevo Festival de Cine Iberoamericano de Málaga.

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