Cultura

'Carmen' o el embrujo del amor trágico

  • Benjamin Lacombe firma mañana en el Museo Thyssen ejemplares de la obra de Mérimée que ha ilustrado

Todo empieza en Córdoba, donde el escritor, historiador y arqueólogo Prosper de Mérimée llega en el otoño de 1930 para investigar el lugar en el que las crónicas sitúan la batalla de Munda, "el memorable lugar donde, por última vez, César se jugó el todo por el todo contra los paladines de la República". Ese viaje por la provincia -pasó, entre otros, por la capital, Montilla y la sierra de Cabra- supone el inicio de Carmen, la célebre novela corta del autor francés que ahora reaparece en las librerías ilustrada por Benjamin Lacombe en una cuidada edición de Edelvives.

"Se tiende a reducir Carmen a la ópera de Bizet, y esto supone desestimar el interés de este personaje y de esta obra", indica en el prólogo el ilustrador francés, que mañana estará en el Museo Carmen Thyssen de Málaga de 17:00 a 20:00 firmando ejemplares de su libro y acompañado por el escritor Sébastien Perez (colaborador habitual de Lacombe), que promocionará sus dos últimos trabajos, Elisa en el corazón del laberinto e Hijo de dragones.

El embrujo de Carmen atrapa y conduce hasta un amor fatal a todo el que cae en sus redes. Por ello, Lacombe presenta en esta obra a la protagonista como una mujer-araña que atrae con sus encantos: "Ella es la sombra, el espíritu del mal que reina en un relato que desde muchos puntos de vista podría adscribirse al género fantástico, habida cuenta de que el personaje parece haber embrujado, en sentido literal, toda la historia", describe el ilustrador.

Mérimée hace un retrato de la España de la época (los años 30 y 40 del siglo pasado) centrándose en la cultura gitana y en Andalucía. No en vano, además de en Córdoba, la trama de Carmen se desarrolla en Sevilla -donde se produce el primer encuentro entre la protagonista y don José-, Jerez, Gaucín, Gibraltar, Estepona, Ronda, Tarifa, San Roque o Granada.

El autor había estudiado en profundidad a los gitanos y eligió como heroína a una mujer de esta raza que el tiempo ha convertido en arquetipo de la mujer fatal. Sus costumbres, su lenguaje, su vestimenta y hasta su expresión corporal aparece reflejada en la obra de Mérimée. Y lo explica así: "Llevaba una falda encarnada, muy corta, que dejaba ver unas medias de seda blancas con más de un agujero, y unos preciosos zapatos de tafilete rojo anudados con cintas de color fuego. Apartaba la mantilla para enseñar los hombros y un gran ramo de casia que sobresalía de su pechera. También llevaba una flor de casia en la comisura de la boca, y avanzaba balanceándose sobre sus caderas como una potranca de la yeguada de Córdoba".

Ese atractivo de Carmen es el que Benjamin Lacombe ha plasmado en sus ilustraciones, en las que refleja el misterio y una seducción que roza la brujería con la preponderancia del negro y los tonos cálidos de sus dibujos. "Cautiva a cada hombre con el que cruza su mirada y teje una telaraña a su alrededor hasta que lo envuelve, noqueado, en su mantilla", explica el ilustrador en el prólogo.

La propia Carmen es conocedora de la atracción que genera y le saca partido exprimiendo a su víctima hasta que la destroza. Ella misma reconoce a don José, el militar al que empuja al bandolerismo, que ha "topado con el diablo, sí, con el diablo; no siempre es negro, y no te ha retorcido el cuello". Y él, ya en la prisión de Córdoba, mientras espera a que se ejecute su condena y recuerda su historia, confiesa que "entre todas las mujeres que pasaban, no veía una sola que pudiera compararse con aquel diablo de chiquilla".

Con todo esto, Mérimée construye un relato en el que narra los amores pasionales de la gitana cigarrera y el bandolero: "Seguir queriéndote es imposible. Y vivir contigo no puedo", espeta Carmen antes de su trágico final.

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