Arte

Carne de su carne

  • La metamorfosis y la transustanciación como argumentos esenciales de la realidad sostienen la clave de la exposición que Simon Starling presenta en el CAC Málaga

Hacía tiempo que el eco de una exposición no se mantenía vivo en mí durante tanto tiempo. Esto, que indica de entrada el nivel de la propuesta, puede deberse a la fascinación que despierta la obra de Simon Starling. Recent history, compuesta por una pieza específica para esta muestra y otros seis proyectos de distintas fechas, nos acerca a un artista conceptual que pudiera concitar otros perfiles como el de alquimista, el de científico, el de historiador y el de narrador. No sé en qué proporción pero todos ellos están en Starling. No deja de impresionar cómo el aparente hermetismo, la solemnidad y extremada seriedad, el aspecto impenetrable y frío de muchas de sus obras, propias de la práctica conceptual más ortodoxa, sin embargo, esconden mágicos, misteriosos y ya perdidos procesos artísticos basados en reacciones químicas -de ahí lo de la alquimia-; revelan relatos asombrosos, en muchos casos partícipes de los grandes acontecimientos del XX y por tanto históricos -verídicos, nada de ficción-, que adquieren esta naturaleza tan sorpresiva como lógica merced a conexiones, circunstancias, azares, casualidades y contradicciones que han pasado inadvertidas y que el proceso creativo de Starling, casi como la literatura de Paul Auster, hace que afloren y se deslicen en cada una de sus obras. A esto hemos de unirle la curiosidad, o también asombro, de los cambios de forma y uso de los materiales (de todo tipo) sobre los que fija sus ojos. Materiales y procesos de transformación -materia en continuo cambio- que detonan esas narraciones y sensaciones nacientes a las que nos referimos.

El método de Starling me ha hecho rememorar la acepción que del concepto Hombre se ofrecía en el Diccionario crítico de la revista francesa Documents (nº.4, 1929). Esta publicación, una de las más iconoclastas y ferozmente anti-idealistas del surrealismo, que perseguía romper los clichés, se hizo eco de la definición química del hombre que diera el científico Charles Henry Maye: "Con la grasa de un hombre de constitución normal se harían 7 pastillas de jabón. Suficiente hierro se encuentra en su organismo para hacer una uña mediana y azúcar para endulzar un café. Con su fósforo se harían 2.200 cerillas. El magnesio daría la luz necesaria para tomar una fotografía. Estos elementos harían valer a cada hombre un precio aproximado de 25 francos". Esa traducción o retrato insospechado, ese viaje de la imagen a sus componentes o medidas y viceversa, esa transformación de una realidad en otra, en definitiva, esa metamorfosis, esa transmutación de una cosa en otra, esa transustanciación laten en Starling. Un Starling alquimista que atiende a los minerales, compuestos químicos y sus procesos técnicos en relación a los artísticos. En One Ton II, conjunto de cinco platinotipos, Starling presenta cinco fotografías de una mina a cielo abierto de la que se obtiene el platino que servirá para revelarlas. De cada tonelada de mineral se obtienen sólo 2,83 gramos de platino útil para el proceso, lo que se traduce, como medida exacta, en esas cinco imágenes. En ellas, como un círculo que se cierra, está el origen (la vista del yacimiento surafricano) y el resultado (las fotografías): el platino es el fin, la representación, como el medio para lograrla.

En Project for a meeting (Chicago), el británico toma como procedimiento el del uranotipo para crear imágenes en la que hace coincidir dos piezas escultóricas de Henry Moore (similares aunque de distinto tamaño y fecha) que encierran pasajes y contradicciones históricas. La escultura mayor, situada en Chicago, conmemora la primera reacción nuclear de la que surgiría la primera bomba atómica; la pequeña se encuentra -adivinen- en Hiroshima y llegó allí gracias a que Moore, moribundo y tal vez como expiación, pide venderla a la ciudad japonesa sobre la que cayó la bomba; ésta, la bomba, es uno de los productos de la investigación que se dio en aquel reactor de Chicago y que usó, como el proceso fotográfico de Starling, uranio. Los materiales explorados, sus diferentes estados y sus muy diversos usos y finalidades son válidos para observar la transmutación de ellos que se da en la ciencia como el arte -un físico convierte el uranio en letal bomba tanto como Starling en pieza artística-. Curiosamente, esta vis del artista como alquimista es una concepción que estaba presente en el Medioevo; a la luz de tratados como el de Rugerus o el de Heraclius (siglos XI-XIII), los artistas debían conocer los secretos de la química y la metalurgia. Cuán cercanos pueden estar ambos (el artista y el químico-metalírgico) cuántas semejanzas encontramos en la capacidad de transformación de un material de uno y de otro. Esta alquimia, en cuanto a lo oscuro y misterioso que encierra, pudiera ser metafórica de esas narraciones que se deslizan en sus obras: narraciones alquímicas.

Respecto a la pieza site specific creada para el CAC, 1:1, 1:10, 1:100, resulta ser una maqueta del edificio instalada en el centro del espacio y que, a su vez, acoge otra en el interior. Como carne de su carne, está realizada con los tableros de madera que, hasta entonces, eran una de las paredes del recinto expositivo. Nuevamente vemos cómo un material acaba siendo otra cosa, al fin y al cabo la representación de lo que le precedió, leit motiv starlinguiano. Aprovecha la ocasión para eliminar parte del revestimiento de los pilares y hace visible la estructura primigenia. Al desnudar el CAC, desnuda su historia, el pasado que quedaba oculto por la nueva función que el edificio acoge en la actualidad, tanto como la ocultada iconografía franquista que conserva esta construcción de Gutiérrez Soto (1939-42). Las paradojas que acrisola este cambio de uso y, principalmente, el cambio de régimen político y algunas leyes democráticas (las de Patrimonio Histórico y Memoria Histórica) se hacen presentes. Starling vuelve a usar sus creaciones, fruto de un proceso de investigación, como médium que haga manifestar lo latente. La metáfora resulta evidente: un edificio que oculta otro, unos usos que esconde otros, una historia que sucede a otra, como una matrioska.

Las demás piezas son igualmente soberbias: complejas, reveladoras, sorprendentes, exquisitas en su presentación y perfectas en su planteamiento. Ya les digo, aún resuena el eco.

Simon Starling CAC Málaga C/ Alemania, s/n Hasta el 23 de enero

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