Cultura

Casas de la Semana Santa

  • Heterogeneidad y cambio se conjugan en las casas hermandad de las cofradías malagueñas, que oscilan entre edificaciones modestas, obras cercanas a lo kitsch o esfuerzos de fría contemporaneidad

Semana Santa es un tiempo en el que cabe casi de todo: desde torrijas a incienso, o desde cera en el asfalto a algodón dulce. Al menos, así es en Málaga. Lejos de rígidas ortodoxias, en la capital de la Costa del Sol se sigue la tradición desde cierta heterogeneidad, que más que cosmopolita es simplemente sureña y mediterránea. Es un rasgo que distingue la celebración malagueña. Las cofradías son un reflejo de la ciudad, como sus casas hermandad lo son de ellas. Desde mediados de los 90, hace ya un tiempo, la cara de esas casas está cambiando. Los cambios han seguido caminos muy distintos, pero todas la cofradías intentan huir de errores pasados.

Estudiantes fue de las primeras cofradías en construir dentro del siglo que vivían, con un lenguaje arquitectónico conservador pero contemporáneo. Aquello fue un shock, pero superado el primer momento y al comprobar que no se abrían las puertas del infierno, se inició la carrera por adecentar el hogar.

En los últimos tiempos, el escándalo ha venido de la mano de Amor y Caridad con su hangar, obra de Ángel Asenjo, un modelo de fría y metálica modernidad -quizá un exceso y seguro que en el límite de lo tolerable-. Pero lo habitual, y se entiende, es la vía conservadora. En ocasiones, por desgracia, esa línea se confunde con lo kitsch.

Como muestra de lo variopinto de estas casas, está el cercano contraste entre Gitanos y Sentencia, los primeros con su modesta y coqueta construcción -casi levantada por ellos mismos- y los segundos con un bloque grande y anónimo. Y es que en Málaga lo que no existe es un modelo, ni freno alguno.

Quizá el mejor ejemplo, también por la acertada reconversión de un inmueble industrial, es Mena: la transformación de Italcable es más elegante de lo que muchos admiten, como impresionante son las puertas -quién puede dejar de preguntarse al verlas qué esconden, pese a que a algunos cofrades les disgusten-.

El momento estelar de estos edificios es en la salida y el encierro de los tronos, pero están todo el año con nosotros -por suerte, los balcones decorados sólo los disfrutamos en estos días festivos-. Nunca ha habido un debate sobre esta tipología, que mientras tanto sigue dando muestras de necesitar una guía -¿alguien se atreve?-. Algunas son inmensas, y exentas, otras escondidas y pequeñas. La mayoría coincide en ser de un indefinible.

Pero si estas casas hermandad, así las llaman, captan la atención en estos días más que durante el resto del año, lo que no hay forma de obviar es el fascinante cambio uso de la trama urbana del Centro Histórico durante Semana Santa: largo pasillo para el desfile de tronos, con la calle Larios como pasaje de lujo -con el patrocinio y permiso de Inditex-. Por desgracia, las gradas de ese paseo son un pobre ejemplo de arquitectura efímera, algo que sí debería ser objeto de debate, sobre todo por la escala que maneja la estructura de la plaza de la Constitución -¿no hablamos hasta el cansancio de la puerta de la Feria?-.

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