CRÍTICA 'SIN HIJOS'

Comedia con descendencia

Sin hijos. Comedia romántica, Argentina-España, 2015, 100 min. Dirección: Ariel Winograd. Guión: Mariano Vera, Pablo Solarz. Fotografía: Félix Monti. Música: Darío Eskenazi. Intérpretes: Diego Peretti, Maribel Verdú, Horacio Fontova, Guadalupe Manent, Guillermo Arengo, Martín Piroyansky, Marina Bellati, Pablo Rago.

Jugar con el asunto tabú del deseo (de la mujer) de no tener hijos, ésa es la premisa de la cuarta película de Ariel Winograd (Mi primera boda), una coproducción hispano-argentina calzada en el molde de la vieja comedia romántica, o lo que es lo mismo, trazada con el tiralíneas del arco narrativo que camina con GPS y cinturón de seguridad.

Sin hijos ofrece sus mejores momentos en el tramo dedicado a escamotearle al personaje de Maribel Verdú que su viejo amor reencontrado después de años no tiene hijos a la vista. Es ahí donde los resortes y el ritmo de la comedia de equívocos y ocultación obtienen su mejor rendimiento.

No puede decirse lo mismo del tercio final, que se precipita, esta vez ya con todas las cartas boca arriba, por el camino del pasteleo que encuentra en las escenas del bosque y del número de magia en el jardín sus dos momentos menos afortunados.

Peretti vuelve a hacer del viejo Peretti inmaduro, indeciso y torpe después de su cambio de registro en la estimulante La reconstrucción, mientras que la Verdú sigue conservando su idilio con la fotogenia en un papel que hubiera requerido más aparato histriónico. Pero es la niña Guadalupe Manent la verdadera atracción de desparpajo (algo impostado pero eficaz) en un filme diseñado para agradar aunque traicionero y conservador a la postre respecto a la premisa sobre la que se sostiene.

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