Cultura

Concertación a la usanza francesa

El mundo de la ritualidad dentro de los contextos religiosos es tan rico como la propia esencia teológica que conforma cada religión. Y si a esto le sumamos el papel que siempre ha desempeñado la música para reforzar y realzar tales ideas, nos encontramos ante una ingente cantidad de belleza inigualable traducida en un sinfín de partituras a lo largo de toda la historia.

En la velada de la pasada noche, circunscrita en la tercera sesión del Ciclo de Órgano Catedral de Málaga, pudimos acercarnos a la concertación musical modélica del siglo XVIII en donde la voz y el órgano desempeñaban no sólo un ideal a seguir sino todo un conjunto de riqueza estética y compositiva. En este planteamiento nos acercamos al modelo de misa francesa para órgano en el planteamiento que ideó en su día François Couperin.

París 1690. Un joven compositor de veinte años veía como sus Pieces d'Orgue consistentes en deux Messes eran publicadas conteniendo en las mismas la dedicada a "Les Convents de Religieux et Religieuses". Es por tanto una de las dos misas para órgano que compuso el autor dentro de un mundo donde primaba más la improvisación durante la celebración litúrgica.

En nuestro caso contó con la colaboración de la Coral Schola Gregoriana Malacitana. Una formación de voces bien empastadas y que se encargó de la interpretación conjunta a la pieza mencionada de una de las misas gregorianas más conocidas dentro del repertorio: la misa Lux et Origo de Tiempo Pascual. Su participación junto a la dirección de José Arrebola proporcionaron momentos con encanto y notable expresividad como el Domine Deus, Rex Celetis. Por otro lado, el órgano se presentó en las diestras manos de Bartolomé Veny encargado de navegar entre las partes instrumentales subtituladas al gusto de la registración tradicional francesa. Su técnica solvente no sólo dejó momentos de lucimiento personal dentro de la misa -muy interesante la ejecución de la Fugue sur la trompette y Offertoire sur les grands jeux- sino que vino a completar su excelente técnica en el Concierto en do mayor, un anónimo del siglo XVIII de la Catedral de Albarracín y la Sonata de clarines del padre Antonio Soler que abrieron y cerraron la velada respectivamente. Finalmente, el organista nos otorgó una pieza de regalo en agradecimiento a los muchos aplausos de un público entregado.

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