Crítica de Cine

Conquista de lo inútil

La actriz Bárbara Lennie es una de las protagonistas del nuevo proyecto de Agustín Díaz Yanes.

La actriz Bárbara Lennie es una de las protagonistas del nuevo proyecto de Agustín Díaz Yanes. / d. s.

Oro, nuevo proyecto (de encargo) para Agustín Díaz Yanes tras la ya lejana Alatriste, respira dinero en cada plano, atiborrado (en gran angular) de rostros conocidos del cine español, paradójicamente haciendo de parias de la corona imperial en esas Indias frondosas, húmedas y acechantes de la jungla amazónica en busca de la ciudad dorada que ya persiguieron Herzog, Saura o, hace apenas unos meses, el gran James Gray.

Lo respira en el anhelo de unos personajes, más bien carcasas, dibujados con la habitual autoconciencia cuartelera y castrense, siempre verbalizada, por la pluma de Pérez-Reverte, poco dado a la sutileza o a la descripción meramente visual de acciones o pensamientos. Por si no fuera suficiente, hasta tres personajes se turnan en las labores de narración (en off), guías morales de un trayecto que da siempre la sensación de ser circular y moverse sobre sí mismo.

La mano revertiana resuena también en esos parlamentos histórico-didácticos sobre la lejana España en sempiterna crisis y sus diferencias regionales, entre vascos y navarros, entre andaluces y extremeños, materia, por lo visto, esencial y de lectura contemporánea (sic), de este periplo hacia la nada convertido en una cuenta atrás y en un reguero de muertes, ajusticiamientos y cadáveres.

Pocos peros podrán ponerse a cuestiones de ambientación, vestuario y todo lo que tiene que ver con el realismo de reconstrucción de época. En efecto, todo es sucio, pringoso, se puede oler. Pero no basta. Oro carece de verdadera intensidad dramática, de profundidad en el trazo de sus personajes, dirigidos como unas bestias malencaradas y de ceño permanente fruncido, como si la hombría y el desarraigo, esos dos temas flotantes, tuvieran que demostrarse siempre a golpe de gesto abrupto, justicia expeditiva o mala leche.

No ha de pasarse por alto el lamentable score musical de Javier Limón, no tanto por sus atrevidas licencias extemporáneas, que también, como por su uso arbitrario, caprichoso y casi siempre inapropiado.

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