tareas domésticas y otras mentiras

Cuerpo, dignidad, derrota

  • El único contrapoder real es el feminismo, un movimiento capaz de crear una sociedad justa que beneficiaría a hombres y mujeres y que obligaría a una distribución de los privilegios

La poeta e intelectual estadounidense Adrienne Rich (Baltimore, 1929-Santa Mónica, 2012).

La poeta e intelectual estadounidense Adrienne Rich (Baltimore, 1929-Santa Mónica, 2012). / m. h.

El presente año dio sus primeros pasos con el hallazgo del cuerpo desnudo, en un pozo de Rianxo, de Diana Quer, cuerpo sumergido en un aljibe, cuerpo que su asesino confeso reconoció haber intentado violar. Por ser mujer, por la resistencia de la joven madrileña, por su lucha por agarrarse a la dignidad, por la necesidad de proteger su cuerpo, El Chicle la asesina y arroja -reducida entonces siempre a cuerpo- a un aljibe. Allí habitó durante casi año y medio. Durante ese tiempo, su familia y ella -que estaba sin estar- sufrieron un juicio paralelo, de especial virulencia, un juicio indigno similar al sufrido por la víctima de la violación en grupo, durante los Sanfermines, en 2016. Juicios paralelos sufridos por la mayoría de las víctimas de acoso, agresión y violación.

Ese otro juicio representa, en realidad, un juicio a todas las mujeres dueñas de su cuerpo, de su inteligencia, dignidad y libertad. Dueñas y responsables de una vida, la propia, con sus errores y aciertos. Como diría Eduardo Galeano, "Miedo del hombre a la mujer sin miedo"; la cultura patriarcal teme nuestra libertad porque es contraria a una de sus principales señas de identidad: el sometimiento de las mujeres al ser consideradas propiedades, objetos de disfrute, siempre disponibles, carentes de deseo y nacidas para satisfacer al Otro. Adrienne Rich define el patriarcado como "el sistema familiar y social, ideológico y político en el que los hombres deciden cuál es o no es el papel que las mujeres deben interpretar y en el que las mujeres están en toda circunstancia sometidas al varón", un entramado perfectamente calibrado y estructurado, durante siglos, que ha ido adaptándose a los cambios acaecidos, adaptación que ha desplegado nuevas resistencias al feminismo, al tiempo que ha encontrado en el neoliberalismo a su gran aliado y compañero de viaje. Sin embargo, a pesar de esas nuevas estrategias de resistencia, el mensaje del feminismo está calando por dignidad y justicia, multitud de hombres y mujeres, a lo largo y ancho del planeta, se ha cansado de vivir según unos códigos que sólo generan violencia, fracaso y miseria en las diversas sociedades que dan forma al mundo. "La lucha del feminismo tiene que ver con la igualdad. Con la convicción de que las mujeres son iguales a los hombres en derechos, oportunidades, obligaciones, aspiraciones y horizontes. De que, como los hombres, son sujetos inviolables cuya dignidad debe ser, siempre, respetada. De que la cosificación de las mujeres y su sometimiento al capricho del varón hace daño a las propias mujeres, claro; pero también a toda la sociedad en cuanto se normalizan en ella conductas inaceptables", estas palabras del periodista Pablo Bujalance, en su artículo El feminismo es elaboran una perfecta radiografía de la actual pugna titánica que este movimiento lleva a cabo por echar raíces en la sociedad, ponen de manifiesto causas y efectos, al tiempo que señalan hacia el único horizonte posible -y por ello tan temido-: la igualdad.

El mensaje del feminismo está calando a pesar de las estrategias de resistencia

Patriarcado y nuevo/viejo capitalismo son conscientes de ello, por supuesto, especialmente, son conscientes de que el único contrapoder real es el feminismo, único movimiento capaz de crear una sociedad realmente justa que beneficiaría a hombres y mujeres, beneficio común que obligaría a una distribución de los privilegios que, en la actualidad, recaen en un único género, reparto que no sólo potenciaría el mérito y la excelencia sino algo tan importante como nacer en este mundo sabiendo que tu género es y está, que la mujer tiene referentes, es decir, la dominación cultural que genera injusticia simbólica se vería reemplazada por redistribución y reconocimiento.

Decía que el patriarcado evoluciona y se adapta a los cambios sociales, económicos y políticos, que esta cultura del sometimiento se reinventa con una rapidez admirable y elabora ataques perfectamente medidos y oportunistas como el célebre manifiesto en favor del patriarcado firmado por cien mujeres francesas, manifiesto que irrumpe en el escenario internacional tras la muestra de poder demostrada por Oprah Winfrey -y su discurso profundamente evocador- y las actrices impulsoras del movimiento Time's Up, en la última edición de los Globos de Oro, edición marcada por siempre por la clara y contundente manifestación que, en la industria hollywoodiense, el silencio y el miedo son cosa del pasado. No quiero profundizar en la naturaleza indigna de ese manifiesto, en lo erróneo de su publicación, en la cantidad de confusas conclusiones que ese manifiesto abriga, sin embargo, sí me gustaría destacar la celeridad con las que algunas periodistas y escritoras -pocas, esa es la verdad- se sumaron a este manifiesto en pro de lemas como "busquemos un nuevo espacio de debate", "el feminismo está secuestrado por el puritanismo y el conservadurismo". De todo lo que se les puede reprochar a esos nombres propios, desearía destacar la sospechosa falta de celeridad a la hora de denunciar la violencia machista, ya no sólo en nuestro país, ya que la esfera de debate es internacional, sino la violencia estructural que se ejerce sobre la mujer. Echo en falta que quienes tardaron horas en hacer propio ese manifiesto tuvieran la suficiente dignidad como para denunciar los miles de asesinatos y violaciones que las mujeres sufren a diario en el escenario internacional.

Tal como reflejó Nuria Varela en su artículo Un tsunami de verdad y hartazgo, publicado en la edición dominical de El País, "Miles de mujeres han dejado de tener miedo y están dispuestas a hablar alto y claro en las redes sociales, frente a las cámaras y frente a los tribunales. Miles de mujeres en todo el mundo saben que el silencio y la sumisión, lejos de protegernos, amparan a los perpetradores y alimentan la impunidad, gasolina de la violencia". Es la hora del feminismo, sin duda. Es la hora del feminismo porque es la hora de la justicia, la libertad y la dignidad. La derrota del patriarcado está en nuestras manos, a través de nuestro conocimiento, de nuestro trabajo en red y en nuestro aliento. Es sólo cuestión de tiempo.

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