Una de las satisfacciones personales, como amante de la música en general y de la denominada antigua (dentro de la culta) en particular, es que he podido ver, y sigo viendo, como el Festival de Música Antigua sigue adelante año tras año y siempre con una respuesta amplia y satisfactoria de público. Un ciclo musical que sigue vivo, pese a lo antiquísimo de su repertorio.

Uno de los puntos más sobresalientes de esta edición es que se ha mostrado mayor interesante en descubrir, sacar del olvido y darle vida a nuestra música española. Y curiosamente, han sido los grupos más ceñidos a esta idea los que más han destacado. Hablamos de Tomás Luis de Victoria en las voces de La Colombina y dándole color a las investigaciones de Hernández Castelló, y de La Folía, en su ayuda al renacimiento de las músicas catedralicias, en las investigaciones propias de Belén González y de tantos musicólogos dedicados a la labor de archivo. Igualmente, existió el interés por conmemorar a dos de las grandes figuradas homenajeadas este año: Purcell y Händel. Algo obvio pero que no siempre entra en juego en los ciclos musicales.

Prosiguieron las facetas consolidadas y válidas. Me refiero a la vuelta al concierto didáctico, de mano del genial Ara Malikian (ofreciendo en concierto separado un excepte Bach en calidad de solista), y a la celebración del segundo certamen de jóvenes intérpretes, gracias a la colaboración de la Fundación Musical de Málaga.

Siempre hay un apartado de deseos y en este sentido algunos se van cumpliendo. El principal, y así lo advertía el año pasado, es que prosiga la posibilidad de acercarnos a la música antigua y la interpretación con instrumentos históricos; y a esto le sumo que se siga fomentando este género entre los jóvenes. Igualmente, sigo deseando que se realice una puesta en escena de una ópera o zarzuela completa y que se le de cabida a otro género olvidado: la danza histórica. ¿Deseos realizables? Ánimo y a seguir avanzando.