Cultura

Elegancia en el recital de dos firmes valores

'Flamenco viene del sur'. Teatro Cánovas. 27 de abril. Cante: Antonio Reyes y Bonela Hijo. Guitarras: Diego Amaya, Pepe Fernández y José Luis Lastre. Palmas: Diego Montoya Tate Núñez y El Yaya. Aforo: Un tercio de la entrada.

El ciclo Flamenco viene del sur trajo a dos cantaores jóvenes, herederos del legado clásico flamenco o, si se prefiere, purista. Ambos, a pesar de ser habituales en distintos escenarios y tener importantes premios, no gozan del reconocimiento que merecen, pues sus cualidades les avalan para ser figuras.

Antonio Reyes empezó la velada haciendo gala de una voz de eco añejo, capaz de ser dulce, doliente o poderosa según proceda. Tiene unas maneras de gran personalidad, a pesar de que el recuerdo a Camarón, Mairena o Caracol estuvo muy presente. Junto a la maravillosa guitarra de Diego Amaya -brillante acompañamiento, siempre respetando al cantaor y dándole su sitio- cantó por alegrías, cadenciosas y bien moduladas; siguió por soleá, ligando deliciosamente los tercios, y en los tangos, con gusto y gracia, hizo un recorrido por los estilos de Granada y Badajoz. En la seguiriya su poderoso quejío también supo convertirse en llanto para emocionar y traer a la memoria épocas gloriosas. La elegancia y el pellizco destacaron en las bulerías y los fandangos de El Calzá.

Llegó el turno de Bonela Hijo, que empezó por malagueñas con valiente remate por cantes de Juan Breva y jabegote, palos que conoce sobradamente, por lo que rayó la perfección a pesar de que la voz estaba un poco rozada. Se amparó en los cantes de compás, que también domina. Bien secundado por las palmas de El Yaya, abordó la bulería por soleá, que acusó el esfuerzo de los cantes abandolaos; en las cantiñas y en los tientos tangos se despachó con gusto acordándose del Chaqueta y El Chino; y en las bulerías se dejó la piel, entregándose a un público que se lo agradeció. Terminó permitiéndose la licencia de cantar unas adaptaciones de tangos de Gardel, primero por rumbas y después por bulerías, solucionando bien los tonos graves, pero abusando de la velocidad al cantar.

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