Cultura

Enrique Morente, pletórico en los madrileños Jardines de Sabatini

En caso de duda, Enrique Morente. El cantaor es una apuesta segura cuando se trata de disfrutar la pasión flamenca en su estado más puro, y la noche del viernes lo volvió a demostrar con una actuación soberbia en los madrileños Jardines de Sabatini. El artista granadino se mostró pletórico de principio a fin, punzante en cada palabra, expresivo en cada gesto, con la garganta presta y la voz afilada.

Puede que su chorro vocal ya no sea el mismo, pero lo que Morente ha perdido en agudos lo ha ganado en saber estar, en intuición, en saber arrimarse al toro cuando es necesario y dejar los lucimientos innecesarios para ocasiones menos solemnes. Porque a Madrid no se puede venir a cumplir. Bien lo sabe Morente, que visitaba la capital tras su glorioso paso por el Festival de Cante de Las Minas. Cualquier otro en su situación podría haber acusado el desgaste emocional, pero el ronco del Albaicín suma casi cincuenta años sobre los escenarios y sabe extraer todo el provecho a los noventa minutos de recital.

Morente también fue capaz de sobreponerse a la desapacible climatología que caracterizó el devenir del espectáculo y un viento maleducado que silbaba sin permiso a través del micrófono del cantaor. Saltó Morente al escenario junto a su banda, todos vestidos de negro riguroso, y formaron un círculo que dejaba al maestro en el centro del mismo. Desde ahí atacó unas tonás que rindieron tributo a Mandela. Los tientos reclamaron su protagonismo en Tientos griegos, un tema extraído del álbum que Morente dedicó a Picasso.

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