artes escénicas

Envite contra la amnesia desde la escena

  • Laila Ripoll imparte en La Térmica el taller 'Teatro y memoria'

Laila Ripoll (Madrid, 1961), en las instalaciones de La Térmica.

Laila Ripoll (Madrid, 1961), en las instalaciones de La Térmica. / javier albiñana

La concesión del Premio Nacional de Literatura Dramática en 2015 a Laila Ripoll (Madrid, 1961) y Mariano Llorente por El Triángulo Azul, obra monumental que relataba la suerte de los presos españoles en el campo de concentración de Mauthausen (y que pudo verse en el Teatro Cervantes, dentro del pasado Festival de Teatro), revelaba que el vínculo entre el teatro español y la Memoria Histórica había alcanzado un punto de inflexión que prometía episodios no menos interesantes. Así sucedió con La piedra oscura de Alberto Conejero y con Cáscaras vacías, otra obra de la misma Laila Ripoll (coescrita en esta ocasión con Magda Labarga), estrenada el pasado octubre en el Teatro María Guerrero como producción de Centro Dramático Nacional y cuyo argumento aborda lo que los nazis denominaron Operación T4: la eliminación meticulosa y calculada de personas con discapacidad que sirvió de antesala y entrenamiento a la solución final. De modo que pocos creadores escénicos pueden abordar el asunto como esta dramaturga y directora, verdadero exponente del mayor esplendor del teatro español contemporáneo muy a pesar de la precariedad impuesta por las crisis, el IVA cultural y las políticas adversas. Por eso, Laila Ripoll ha dirigido durante esta semana en La Térmica el taller Teatro y memoria (Un teatro para la Memoria Histórica), en el que han participado desde el lunes una quincena de actores malagueños y que llegará hoy a su término con una exposición de las conclusiones en clave dramática.

Ripoll sostiene, en un encuentro con Málaga Hoy, que esta mirada del teatro a la Memoria Histórica se corresponde con un interés del público: "Por lo que he podido comprobar el tema interesa mucho, y especialmente al público más joven. Abordar la memoria histórica en escena es una cuestión necesaria porque el teatro siempre es un ejercicio político, lo que no quiere decir que sea partidista". Eso sí, Ripoll afirma que, para no incurrir en los mismos errores del cine español a la hora de abordar la Memoria Histórica ("El tema no se ha tocado bien, y cuando sí se ha hecho ha sido desde la adaptación de una determinada obra literaria"), el teatro debe asumir cierta toma de postura: "Es importante no caer en el sentimentalismo, y evitar trampas con las que pretender poner al espectador en lugar de las víctimas, porque esto es imposible. Bertolt Brecht marcó al respecto unas líneas que aún no se han superado, un procedimiento que nace del teatro popular y que tiene mucho que ver con el Siglo de Oro, por ejemplo. Si el teatro no entretiene y es un ladrillo, no llegamos a ninguna parte. Hay que saber dar una de cal y una de arena, calibrar bien para ganarte al espectador. A veces, el humor llega a ser más corrosivo que la defensa firme del tono más trágico. Lo que sí tengo claro es que de lo sentimental hay que huir como de la peste". Y añade: "Nuestra tradición teatral ya es muy rica en estos recursos: Lope y Calderón intercalaban músicas y bailes, entremeses y sainetes para que el espectáculo calara en los espectadores y se convirtiera en un acontecimiento. A eso hay que aspirar". Precisamente, en El Triángulo Azul se sucedían números musicales que contribuían, en la más pura querencia brechtiana, a reforzar el carácter pedagógico y a la vez popular de la representación.

Desde esta premisa, a Ripoll le resulta aún más dolorosa la situación de empobrecimiento del teatro español: "Es muy triste que ahora se anuncie un cierre como el del Teatro Villamarta de Jerez, porque en su momento se hizo un esfuerzo muy grande en España para abrir teatros, para crear entre la gente la costumbre de acudir a estos espacios y enriquecerse allí de algún modo. Ver ahora cómo se da un portazo a aquel empeño es muy triste. Pero lo más desolador de todo es comprobar lo poco que se nos quiere y lo mal que se trata desde las instituciones a quienes nos dedicamos al teatro. Durante años se estableció una lluvia fina que iba calando con mensajes cada vez más concretos: el teatro no sirve para nada, quienes se dedican a esto lo único que quieren son subvenciones y vivir del cuento, son unos pedigüeños empeñados en sostener una frivolidad... Eso se extendió y ahora encontramos este discurso muy asumido, lo que nos obliga a preguntarnos a dónde vamos como sociedad". Ser o no ser será, de nuevo, la cuestión.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios