Cultura

Érase una vez un fabulador

  • Chema Lumbreras desvela en la galería Alfredo Viñas una versatilidad que fluctúa de la economía de medios y lo gráfico a ejercicios de un magistral pictoricismo

Estas obras recientes de Chema Lumbreras son una nueva entrega de los temas, modos de expresión y conciencia crítica que vienen caracterizando su producción y que lo han convertido en un artista con una poética propia. Lumbreras ha sabido construir un universo indisoluble a él, tanto en fondo como en forma, en el que subyacen como principales intereses las reflexiones críticas sobre los rasgos consustanciales al hombre (principalmente pecados, taras y vicios, lo reprobable), las situaciones que marcan nuestra vida (desamor, muerte), así como los estados anímicos que se desprenden de éstos (melancolía, soledad).

Pero Lumbreras no atiende sólo a este carácter consustancial del ser y por tanto universal y eterno, sino que muchas de sus pinturas y esculturas escenifican problemáticas actuales que azoran al hombre contemporáneo y que son aprovechadas par a escenificar esos males congénitos. Y junto a este interés antropológico, lo que singulariza inequívocamente su trabajo es ese universo de origen fabulístico en el que los animales se humanizan, personificando, merced a la fisionomía, caracteres y valores simbólicos.

Sin embargo, frente a este rasgo fabulístico, no subyace la moraleja ni el sentido edificante que es propio de ésta, sólo una profunda y, en muchos casos, desoladora y pesimista visión del hombre y sus circunstancias; ahora bien, muchas de sus narraciones podríamos llamarlas fabuladoras, o más concretamente contra-fabuladoras, puesto que, ahorrándose la moraleja y lo ejemplarizante (nada de mesianismo, afortunadamente), juega con algunos de los relatos del género a modo de reflexión social para, en ocasiones, subvertirlos operando en ellos una serie de cambios de modo que los trufa de humor y concede irónicamente un margen a la reinterpretación, la ambigüedad y la contextualización con la cotidianidad (Aullidos. Buscando casa).

En esta presentación de lo humano, se muestra sarcástico, no tanto en relación a los registros de la imagen sarcástica (deformaciones y ridiculizaciones) como en su atención a las taras humanas. Aún así, junto a obras que mantienen esta característica, existen otras que parecen eludir ese espacio de la reflexión antropológica para participar de un ámbito de introspección y recogimiento emocional, como son Orilla, toda una alegoría de la soledad y la muerte al emplear la iconografía de las flores cortadas y las tijeras, así como la alusión a la laguna Estigia; Todo lo que me queda de ti, un ratón caído soportando una caja vacía; o las adversidades de Navegando en la ciénaga.

La alegoría, el emblema, la fábula, el símbolo o la metáfora parecen definir su obra, no sólo por su uso, sino porque parecen recoger la esencia o los resortes del trabajo de Lumbreras: su fuerte carácter ideográfico, es decir, la extraordinaria capacidad de pensamiento verbal-icónico por el cual sus imágenes representan ideas o conceptos. Tal vez, la pieza ejemplar de esto sea Dándoles con queso -todo un emblema-, en el que el título actúa como lema, y, por tanto, parte activa de una pieza en la que el conocimiento se asocia a unos libros agujerados como un queso de Gruyère (conocimiento incompleto), de ahí la impactante metáfora que, junto a la expresión popular que toma por título, se convierte en alusión a la vanidad, la soberbia o a la erudición vacua.

Obra reciente ofrece asimismo a un Lumbreras versátil que fluctúa desde la economía de medios y lo gráfico a ejercicios de un magistral y vibrante pictoricismo, aunque, en cualquier caso, su obra destaca por su instantaneidad (que no fácil digestión), escasa retórica y poder visual, de ahí que podamos citar como fuentes medios tan distintos como la estampa japonesa o el cine (fabuloso plano de cámara subjetiva en Ciento volando).

Todo esto hace de Lumbreras un artista original que ha conseguido mantener la agudeza crítica de sus inicios, eliminar la desesperanza de entonces, hacerse más sentido y profundo, depurar su figuración y conformar un universo actualizando registros culturales como el cuento o la fábula.

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