Cultura

Cuando Estrella quiere

Con un repertorio similar al de sus actuaciones de los últimos dos años, Estrella Morente se presentó el pasado viernes en el Auditorio del Museo Picasso Málaga.

Es evidente que Estrella ha creado su público, un público no entendido en flamenco, aunque no contrario al mismo. Y es que el verdaderamente entendido no acude a escucharla, pues ya sabe que no va a encontrar la profundidad mínima exigible a un cantaor, según el concepto canónico.

Podríamos decir que el espectáculo constó de dos partes bien diferenciadas: una primera flamenca, en la que Estrella volvió a destacar por esa forma acancionada de interpretar los palos, excediéndose en adornos vacíos que alargan y desvirtúan los cantes, entregándose más a la forma que a la pasión y hondura que pide el flamenco. Esta parte constó de alegrías, tangos, soleá y tarantas y, como muestra de lo que decíamos del público, éste estuvo frío, callado, quizá nos atrevemos a decir que estaba soportando esa parte que Estrella se empeña en incluir en su programa, esperando anhelantes el momento en que la granadina cambiase el registro.

Una deslumbrante Estrella interpretó soberbiamente el tango argentino Nostalgia e, inmediatamente, se metió a los espectadores en el bolsillo, marcando un antes y un después en el espectáculo. Cuando canta estas canciones es capaz de conseguir lo que no consigue cantando flamenco: emocionar. Su afinación, que deja qué desear cuando se afana en alargar los melismas de un palo, es perfecta en este terreno y su dramatización, muchas veces afectada y grotesca en lo que al flamenco se refiere, es aquí un elemento más en el que poder demostrar su valía como artista. Y en este punto es cuando el público encuentra lo que ha venido a ver.

Después, su grupo cantó muy bien y muy ortodoxamente por bulerías, abonando el terreno para la interpretación del tema de su último disco Si yo encontrara una estrella que terminó de inspirarla para, a mi entender, abordar lo mejor de la noche: unos cuplés por bulerías donde se despojó de tanta parafernalia vocal y tanto adorno superfluo y, llena de duende, dedicó a su marido una interpretación de la copla Madrina que estremeció al auditorio y lo puso en pie. Tras una larga ovación, con entrega de ramo de flores incluida, se despidió con Volver, plena, radiante, dejando contentos a los más exigentes y a sus incondicionales, totalmente seducidos e hipnotizados.

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