Cultura

Éxito para el broche final

Terminó la Feria de Málaga 2008 y con ella también el ciclo de música clásica Gibralfaro en Fiestas. Un final traducido en éxito y que cautivó a gran parte del público congregado la noche del sábado ante el violinista ucraniano Graf Mourja y la pianista Natalia Gous.

Fue a través del lanzamiento del disco El violín vagabundo de Harmonia Mundi cuando la mayoría del conjunto de los melómanos se acercaron a comprobar las grandes dotes interpretativas de este dúo. Y es precisamente de parte de ese repertorio que contenía esta grabación de 2004 (muy galardonada y avalada por la crítica) la que se nos ofreció este recital en solución de continuidad (sin descanso).

El inicio de la Sonata para violín nº 3 en re menor, op. 108 de Johannes Brahms fue algo áspero. El Allegro alla breve fue preciso técnicamente pero quedó desubicado en donde una excesiva teatralidad en combinación con un sonido agobiante desequilibró la mayor parte del comienzo de este tiempo. Afortunadamente, los momentos de calidad empezaron a resurgir con un Adagio mucho más redondo en su conjunto basado en el pleno dominio de las cuerdas dobles de óptima afinación y la pujanza por obtener su expresividad notable. Las dos partes finales corroboraron esto último y nos mostraron parte de esa gran compenetración entre el violinista y su acompañante en discreto y siempre comunicativo piano.

Pero donde realmente se dejaron entrever grandes cotas de maestría fue en Tzigane de Maurice Ravel, una partitura muy interesante técnicamente que Graf Mourja supo dominar de cabo a rabo -exquisita la belleza sonora conseguida en la cuarta cuerda- mostrando su amplio repertorio de golpes de arcos solventados con rigor.

Hubo un cambio de orden con relación al programa inicial quedando Méditation op. 42 nº 1 y el Valse-Scherzo de Tchaikovsky en tercer término y siguiendo la estela de ofrecer la justa expresión que pide la partitura, pero en la que debería tomar en consideración el apostar por un vibrato mucho más ecuánime de resultado sonoro (sea su técnica basada en el movimientos de dedos) y que, dicho sea de paso, no siempre consiguió.

La velada finalizó con dos obras de regalo, en la línea de seguir ofreciendo un espectáculo visual y sonoro, no sin antes dejar de mencionar la otra gran importante pieza que aportó brillo al recital. Se trata de la conocida Fantasía sobre Carmen de Pablo Sarasate y que en sus cuatro tiempos arrancó aplausos indebidos pero sinceros ante la magnífica destreza y dominio de los armónicos del violinista.

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