Cultura

Fase calentón: no basta con entender a Hitler

  • Lars von Trier estrenará próximamente en dos partes su prometida aproximación al porno, 'Nymphomaniac'

Y hoy en día ¿quién se planta frente a Lars Von Trier, actual padrino del escándalo y la problemática del cine europeo, y le dice que lo que hace, mal hecho está? No tendría mucho sentido desbaratar el artificio cinematográfico de Von Trier únicamente por la falsedad de su personalidad, o incluso por su tendencia a crear a un universo sensacionalista alrededor de su obra. Todo, o casi todo, es humo, una neblina con la que Von Trier ha ocultado los desvaríos de una obra que contrapone las maravillas de un realizador con buena mano para el desflore emocional, con las bochornosos y tediosos manierismos del peor cine europeo. Lo mejor de todo ello es que a casi nadie se le ha ocurrido pensar que a Von Trier le gusta jugar más con su público que con la propia cámara. Ha ofrecido unos magníficos e insinuantes planos en la espléndida Melancolía, una atmósfera de opresión angustiosa en Anticristo y un relato para la posteridad con Dogville. El problema es que no hay continuidad en esta filmografía a la que en cierto modo parece perjudicarle el curioso conflicto entre director y pseudopublicista, las dos caras de un Von Trier tan hastiado que ha tenido que recurrir a aquella famosa frase que soltó en su día, "mi próxima peli será una porno", y darle cuerpo y forma, hasta conseguir personificarla en su última criatura, Nymphomaniac, la última revelación del modernismo europeo.

Lo peor es que cuando Von Trier habla de pornografía, lo dice en serio. Curioso cuando, ante todo, nunca se ha tomado en serio ninguno de sus chascarrillos con la prensa, incluido el famoso "entiendo a Hitler", aunque parece que en este caso, la falta de juicio nubla su propio sentido del humor. Dirige cinco horas de película que al final serán cuatro y dividida en dos partes de dos horas cada una. Lo primero ya evidencia un despropósito, pero no al nivel de la historia, donde cada cual podrá pensar y dejar de pensar libremente, al igual que podrá elegir ir o no a verla, sino con respecto a la distribución. En primera instancia, las cinco horas de metraje son sinónimo de suicidio comercial, sobra decir el motivo, pero fragmentar, empaquetar y vender vendría a significar lo mismo. Parece más una artimaña para dar eco del revuelo de versiones que irán pegando saltos por Europa que cualquier otra cosa. Que incluya sexo explícito es lo de menos, porque es la tarjeta de presentación de Von Trier; ya sean unos testículos femeninos cortados con unas simples tijeras (Anticristo) o una enorme película presentada con la frase "entiendo a Hitler", siempre existirá la necesidad de opacar la falta de sustancia del producto con un intenso revuelo sensacionalista. En este caso, la capacidad de Von Trier para rodar escenas de sexo explícito (el mismo comienzo de Anticristo) descarta la posibilidad de estar ante algo totalmente desconcertante.

En su último trabajo, parece cernirse a la plenitud del acto sexual para desarrollar una historia que ya ha sido estudiada dentro de distintos márgenes por grandes de la talla de Luis Buñuel, y de enervantes manieristas como Passolinni, hasta ser revisitada de forma sublime (Shame) en nuestros tiempos. Hay quien ya la entierra únicamente por el polvo levantado tras de sí, y hay quien la destroza por la personalidad de su autor. Cualquier posición ante ella será duramente criticada por los seguidores del director, pero Nymphomaniac, producto, no película, se destroza a sí misma. Su calculador padre, en su infinita sabiduría, ha decidido cargarla de notoriedad, de provocación, de un estilo del que ya se supone que hasta podría carecer. Von Trier ha jugado su última partida y la ha perdido antes de poder jugar su última carta, para su eterna desgracia. A Anticristo no le pasó, porque la sobriedad embriagaba la cinta, y la provocación era el alma de la película. A Melancolía tampoco, pues la polémica alrededor de las palabras de Von Trier no infectan ni por asomo un filme sensacional, pleno en reflejar un amanecer puramente sensitivo. Ahora, ha creado el producto, seguramente, mejor promocionado de los últimos años, pero una de las cintas peor vendidas.

Algún día tenía que pasar, en el que el sensacionalismo se cebara en el trabajo del director; y hasta es posible que aquel ser indefinible que algún día le hiciera frente a Von Trier fuera el mismo Von Trier. "Esto lo has hecho mal", diría. Por fin alguien se lo dice, aunque sea su propia sombra.

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