Cultura

Otra Feria del Libro es posible

  • La cita literaria de la primavera vuelve al Palmeral de las Sorpresas mientras algunos libreros insisten en que su ubicación ideal es la calle Larios

La Feria del Libro de Málaga inauguró ayer su edición número 44, todo un signo de veteranía, con la liturgia de siempre: el paseíllo institucional, casi pontifical, del alcalde y el resto de instituciones públicas participantes (Junta de Andalucía, Diputación Provincial y Universidad) por los puestos y el pregón que pronunció Alfredo Taján en el Rectorado. La Feria del Libro regresa al Palmeral de las Sorpresas después de la primera experiencia del año pasado, que la asociación organizadora, con su responsable, Mari Carmen Niño, a la cabeza, califica de "muy buena" y "prometedora". Y sí, desde luego el enclave portuario sale más al paso de mucha gente, incluidos no pocos turistas en bañador que vienen toalla al hombro desde la Malagueta. Un veterano librero de la ciudad señaló ayer que sólo media hora después de la apertura oficial ya había vendido cuatro libros, lo que, de convertirse en tónica, llegaría a devenir en un éxito monumental. Pero las novedades, rigurosamente hablando, vienen por otro lado: en primer lugar por la ampliación de días, hasta un total de doce hasta el 11 de mayo, en virtud del puente; y en segundo por el adelanto de fechas, lo que permitirá a los visitantes disfrutar de las ofertas literarias sin acusar el rigor estival. Ayer, desde luego, a la hora de bautizar la cosa por la tarde, el entorno y la temperatura invitaban al más general asueto.

Sin embargo, la Feria del Libro de Málaga, que este año está dedicada a María Victoria Atencia, vuelve a ser, en esencia, lo mismo de siempre. El recorrido reúne únicamente 25 casetas, muchas de ellas institucionales, además de otra mayor y abierta para las actividades infantiles. La presencia editorial resulta, cuanto menos, discreta (eso sí, variopinta aun con tan pocos representantes, con sellos divulgadores del Islam, las ciencias ocultas y la literatura andaluza en pocos metros), y en cuanto a las librerías se echan en falta algunas habituales como la Casa del Libro y Libritos. El programa de firmas y presentaciones destila un aire a déjà vu, con escritores cuya presencia en Málaga es frecuente en estas citas (Juan Eslava Galán, Luis García Montero, Rosa Regás y Juan Bonilla, por ejemplo) salvo algunas excepciones, como las de Pedro Zarraluqui y Maxim Huerta, último Premio Primavera. La presencia de todos ellos está más que justificada, pero convendría reparar en la cantidad de escritores españoles de viejas y nuevas hornadas que nunca han pisado la Feria del Libro de Málaga. En cuanto a los autores y editores malagueños, la participación de Antonio Soler, Alfredo Taján, Francisco Ruiz Noguera, José Infante, Guillermo Busutil y Carlos Pranger resulta igualmente justa y necesaria; pero cabría preguntarse si semejante reunión de talento merecería formatos más amplios, flexibles, abiertos e incluso controvertidos que el consabido vengo a hablar de mi libro. A la Feria se le (pre)suponen los márgenes suficientes para servir más debate, más crítica y más enjundia, por más que la complacencia sea, todavía, necesaria.

Lo cierto es que, más allá de su ubicación, la Feria del Libro insiste en su formato de rastrillo simpático, con muchos best sellers y mucha literatura infantil, cuando los lectores de literatura actúan ya en su mayoría de manera bien distinta. Y no tanto por el libro electrónico, que también; sino por la explosión de nuevas editoriales en los últimos años y la multiplicación de la oferta, tanto en la aparición de nuevas voces como en perpetuo rescate de clásicos, que ha convertido a Internet en el primer filtro a seguir. La maquinaria de la Feria del Libro es estática, mientras que los nuevos lectores literarios presentan un perfil dinámico. Y habría que consolidar lo uno en atención a lo otro, aunque, con la aportación presupuestaria de la Feria del Libro de Málaga, el milagro sea que todavía se celebre.

Existe una última consideración: la instalación en el Palmeral de las Sorpresas parece haber sofocado el debate sobre la idoneidad de llevar la feria a la Plaza de la Constitución y la calle Larios. Pero éste seguiría siendo su emplazamiento natural. El propietario de Libritos, Juan José Barrionuevo, se muestra tajante al respecto: "No volveremos a la Feria del Libro mientras no esté donde tiene que estar, en la calle Larios y la Plaza de la Constitución. En el Palmeral de las Sorpresas sigue estando tan apartada como lo estaba en el Paseo del Parque". La verdad es que resulta difícilmente justificable que la calle Larios esté permanentemente invadida por muestras del más diverso calado, expositores comerciales con coches incluidos, desfiles de todo tipo, festivales, tradiciones y demás fanfarria y que los libros sigan teniendo vetado el corazón de la ciudad. El Ayuntamiento esgrime desde hace años la excesiva confluencia de eventos y la negativa de los comercios de la zona como primeras razones para justificar el bloqueo, pero Barrionuevo señala al respecto que la Asociación de Comerciantes del Centro Histórico "firmó un documento en el que se mostraba favorable a la celebración en la calle Larios y la Plaza de la Constitución cuando yo era vicepresidente de la Asociación de la Feria del Libro. Y el Ayuntamiento tiene ese documento". Tan sólo imaginada así, la Feria del Libro resulta mucho más apetecible. A lo mejor sacando en procesión a alguna Virgen hay más suerte.

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