Cultura

Gabinete de curiosidades

En rigor, la historia escrita en el XX tuvo mucho de gabinete de curiosidades, de aquellos Gabinetes de maravillas, tan de moda en el XVI, donde Giussepe Arcimboldo ideó sus retratos, compuestos de panes y verduras, de extraños animales traídos desde el confín del mundo. Quiero esto significar que la moderna historia, desde Huizinga a Fernand Braudel, ataca el pasado desde el pormenor, desde un inicial acopio de anécdotas, y de ahí se retrepa hasta dar la completa arboladura de una época. Cosa pareja habían hecho ya Burckhardt y d'Ors con la cultura, siguiendo a Hegel; en tanto que Foucault, tiempo más tarde, dio en el colosal empeño de explicarlo todo. Pues bien, algo sí ocurre en Los huesos de Descartes, libro inteligente, libro divertido y erudito de Russell Shorto, por donde asoma no sólo la breve calavera del genio galo, sino la modernidad toda, el fabuloso cambio de perspectivas que trajo su filosofía, origen inmediato del siglo ilustrado.

Como digo, Shorto, norteamericano afincado en Amsterdam, acude a la estructura del gabinete de curiosidades, a esa arbitraria unidad de lo diverso, para anudar asuntos tan lejanos, en principio, como la escolástica, el mesmerismo, la Revolución francesa, el nacimiento de los museos, la frenología de Gall o la conversión al catolicismo de Cristina de Suecia. El libro, lógicamente, empieza por el principio; esto es, por la muerte de don Renato en la gélida Estocolomo, a donde acude por petición de la joven y veleidosa reina. De hecho, fue un capricho de Cristina (la muchacha se empeñó en recibir clases al alba), lo que hizo enfermar gravemente a Descartes, y así hasta que se murió, poco tiempo más tarde. Unos años después, con el traslado de sus huesos a Francia, da comienzo la errática aventura de su esqueleto, a veces venerado como un santo laico, a veces como padre de la Revolución, a veces como prueba frenológica. Es decir, que los huesos de Descartes protagonizaron, de algún modo, todo el arco de la evolución científica, hasta acabar en el Museo de Historia natural, moderno gabinete de curiosidades. Si a eso le añadimos el temprano robo de su calavera, extraño y memorable asunto que aquí se narra con largueza, y las posteriores comprobaciones de su autenticidad, habremos de concluir que la historia de Descartes, ya sea de vivo o de muerto, fue muy poco cartesiana.

Russell Shorto. Duomo ediciones. Barcelona, 2009. 305 páginas. 19,50 euros.

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