Inevitable no recordar aquella Goodbye, Lenin! (2003) viendo esta fábula con trasfondo real a propósito del desmoronamiento del eje soviético, materializada en la relación a través de las ondas entre un radioaficionado cubano y un cosmonauta de la estación espacial MIR. La caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética dejan a Cuba como una doble isla de resistencia de ideario comunista y marxista a comienzos de los 90. En La Habana, un profesor viudo e idealista mantiene el contacto con el exterior a través de su emisora y charla clandestinamente con un amigo estadounidense hasta que un día, por azar, cruza sus comunicaciones con el último astronauta soviético, al que las autoridades se resiste en hacer regresar a la Tierra en plena transición del régimen.
Sobre esta premisa, Sergio y Serguéi aspira a moverse entre la realidad, el drama cotidiano, la denuncia y la fábula siempre con un tono amable y costumbrista, dejando que sean sus personajes los que activen una cierta melancolía que es también la melancolía y el desencanto de un pueblo abandonado y huérfano, sacrificado por los ideales hasta la carencia y la precariedad. En la relación íntima y sincera entre ambos personajes se destila lo mejor de una película que nos gana poco a poco para su pequeña causa humanista y libertaria a pesar de cierto aire ingenuo, que se deja notar sobre todo en la caricatura de las autoridades y de ese vecino espía que amenazan con abortar la relación. Por suerte, Ernesto Daranas (Conducta) decide hacer flotar también a este último en el espacio en un recurso de realismo mágico que libera a su película de sus propios corsés.
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