Cultura

Idas y venidas: la mutación del Museo Ruso

  • En 15 días se han desmontado cuatro exposiciones, se han transportado 670 obras y se están montando las nuevas que se inauguran el día 22, 'La dinastía Románov' y 'Kandinsky y Rusia'

Ya nada es como lo fue hace tan solo dos semanas. Todo ha cambiado, ha mudado la piel para presentar un museo distinto a partir del próximo 22 de febrero. En 15 días se han desmontado cuatro exposiciones, se han transportado 670 obras y se están instalando otras dos. Por eso, dentro de la Colección Museo Ruso de San Petesburgo el trabajo es incesante. La brigada de montadores va y viene, los pintores cambian de color las paredes, los conservadores inspeccionan los cuadros, la responsable de la imagen corporativa, las cartelas. Las piezas de la muestra dedicada a la dinastía de los Románov fueron las primeras en llegar y, en su mayoría, ya estaban ayer colgadas. Las de Kandinsky pisaron Málaga el miércoles por la tarde y aún reposaban sobre los trozos de plastazote para no tocar el suelo.

El primer cambio ya se percibe en el exterior del centro ubicado en uno de los edificios de Tabacalera. En la verja, que ejerce de valla publicitaria, ya se anuncian las novedades que le esperan dentro al público en poco tiempo. Esa señalética se reproduce en la gran entrada de la pinacoteca, que aún tiene que sustituir los vinilos de la pasada Las cuatro estaciones por los de Kandinsky. Arriba, se apilan las cajas vacías que protegieron lienzos, iconos, vajillas, trajes, lámparas e, incluso, un trono desde su salida de San Petesburgo hasta su llegada a Málaga. Por las dimensiones de algunas piezas es imposible trasladarlas en la cabina de un avión, por lo que recorrieron Finlandia hasta Helsinki en camión. Allí se embargaron hasta Hamburgo, en Alemania, y de allí hasta la capital malagueña de nuevo por carretera.

Las obras viajaron por tierra hasta Helsinki, por mar hasta Hamburgo y en camión hasta Málaga

En territorio ruso y español la carga lleva escolta policial. El camión, además, lleva un precinto con un número de seguridad que no puede ser cambiado hasta la llegada a Málaga. No son baladíes estas cuestiones, ya que nada más que las piezas de los Románov están valoradas en unos 70 millones de euros. Además es que tienen que ir en cabinas climatizadas para mantener una temperatura y una humedad constante", dice Mario Virgilio Montañez, jefe de promoción cultural y actividades del centro. Y explica que las "cajas son herméticas para que en el momento de carga y descarga no sufran ningún daño, están acolchadas por dentro y las obras vienen envueltas". Sin embargo, tres lienzos tuvieron que viajar enrollados en un rulo debido a sus grandes medidas, la más grande de 5,6 metros. En este caso, tanto el marco como el bastidor vienen desmontados y en el museo hay que armarlo todo nuevamente.

La colección Románov compuesta por 247 piezas que incluyen esculturas, cerámica y mobiliario, además de óleos, la trajo un cambión más un remolque de las mismas dimensiones que el primero. Con ellas llegaron los correos rusos, el personal representante del propietario de la obra que vigila el traslado, viaja con ella y estudia el estado de conservación de cada elemento que se expone en el centro malagueño. Para esta ocasión han viajado seis correos. "Cada obra lleva un informe de más de siete páginas en las que se incluye el mapa de daños, es decir, que sobre la fotografía de la pieza se señalan los pequeños problemas que presenta", comenta Montañez y agrega que "el primer mapa de daños se rellena en San Petesburgo". Y el proceso, relata el experto, es el siguiente. Se desembala la obra, se mira el mapa de daños y se revisa si hay algún problema añadido que se haya podido producir en el traslado de la pieza. "Si se tuviese que intervenir, las únicas personas autorizadas para tocar la obra son los correos rusos", dice Montañez. El tercer chequeo se hace una vez que termina la exposición y se inicia el desmontaje y el cuarto y último a su regreso al museo matriz.

Siempre con sus guantes, una brigada de seis montadores es la encargada de colocar las obras en el sitio asignado por sus comisarios, Pável Klímov para la exposición sobre los Románov y Yevguenia Petrova, directora artística del Museo de San Petesburgo, para la muestra de Kandinsky. "Petrova viene a Málaga unas tres veces al año y conoce bien las salas", apunta Mario Virgilio Montañez. Aún así, señala, hay un intercambio constante de información, de planos, de sugerencias por parte del equipo malagueño. Klímov ha optado por los colores rojo, azul y blanco, los de la bandera rusa, para la aproximación a la dinastía de zares. Y Petrova el rojo, el negro y el gris para Kandinsky. "Antes de que lleguen las piezas ya sabemos dónde va a ir cada una", señala el jefe de promoción cultural y actividades del centro, que lleva junto al resto del equipo unos seis meses trabajando para que "todo esté listo el martes".

Gloria Rueda se encarga de la imagen corporativa del museo. "Estoy distribuyendo la parte gráfica de la exposición, me leo los textos, me encargo de que me lo diseñen, lo impriman o lo fabriquen", dice y señala que las piezas de Románov van a llevar paneles de madera y las de Kandinsky texto de corte directamente a la pared, como es habitual. Con el mismo color de la pared pintarán dichos soportes de madera.

Para poder tener todo listo a tiempo hace falta tener un cronograma del montaje. En todo el proceso hay implicadas unas 120 personas, tanto en Rusia como en Málaga, tanto personal propio de la agencia como contratos temporales realizados para la ocasión. El trasiego es más que visible. Aunque en las primeras salas ya están las piezas colgadas y se pueden admirar los lienzos desde Iván el Terrible hasta Nicolás y Alejandra, los últimos zares de Rusia, masacrados junto a toda su familia por la revolución bolchevique de 1917. Montañez cuenta cómo Iván el Terrible no era Románov pero sí una de sus mujeres.

"Se vivió un periodo muy turbulento, hubo una gran lucha por el poder, cada señor feudal quiso ejercer su derecho al trono y fue un periodo muy inestable de guerras civiles en los primeros años del siglo XVII", explica Montañez. Y eso se verá en las obras expuestas, se escuchará en el centenar de comentarios de las audioguías, en cuatro idiomas y grabados en Málaga, y se leerá en las informaciones diseñadas para las 12 secciones de esta muestra en ruso, español e inglés. En 1613 subió al trono el primer Románov, un joven de 13 años, y la dinastía continuó tres siglos y cuatro años más. Este viaje por la historia del país es lo que retrata la exposición, en la que también han de construirse vitrinas para alojar los objetos y tallar los maniquíes para que se adapten a la perfección con el tamaño de los trajes.

Los cuadros que aún están sin colocar se apoyan sobre plastazote porque nunca pueden tocar el suelo. El material absorbe las vibraciones de las pisadas y la maquinaria y los eleva unos centímetros para que, si hubiese derrame de agua, por ejemplo, nunca llegase a la pintura. Sí que se puede ver en toda su inmensidad el lienzo de Pedro el Grande que pintó Gavriil Gorélov en 1911, el más grande de los que hasta el momento han llegado a la pinacoteca malagueña. Y en una vitrina se expone la de mayor valor histórico, la máscara funeraria de este zar que murió en 1725.

En las salas dedicadas a Kandinsky el ajetreo es mucho mayor. Se pegan vinilos con el texto explicativo y las correos rusas, con sus folios en la mano, revisan al detalle cada obra. "Esto supone un trabajo sin descanso hasta que todo esté terminado", relata Mario Virgilio Montañez. Pero la actividad del museo en las últimas dos semanas no sólo se ha ceñido al desmontaje y montaje de las exposiciones. También se han organizado proyecciones de cine y charlas en la cafetería relacionadas con las nuevas muestras e impartidas por Montañez e Ignacio Jaúregui. También se han programado visitas guiadas para enseñar al público todo este proceso. "Es el único museo de España que hacemos este trabajo de trastienda abierto al público", asegura el experto. El departamento de Educación es el encargado de instruir a los curiosos en todo lo que se cuece detrás de los grandes montajes expositivos de la Colección Museo Ruso de San Petesburgo. Ahora ya solo queda volver pronto, cuando cada elemento esté en su sitio, cuando la mutación sea completa.

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