Cultura

Juan del Álamo y Espaliú, dos interesantes promesas

  • El salmantino, con valor y firmeza, corta la única oreja y el andaluz, con buen aire a la verónica, borda el toreo al natural, en un festejo que resultó entretenido

Comenzó el serial de promoción. Para quien viva la Fiesta de cerca y en lo más profundo resulta refrescante, en plena canícula, encontrarse con un puñado de alevines de toreros y sus ilusiones en un marco inigualable, como es el de la Maestranza. De la media docena de aspirantes que vimos el jueves por la noche destacaron el salmantino Juan del Álamo, que se alzó como triunfador del festejo, al cortar la única oreja que se concedió en el espectáculo, y el sevillano Antonio Jesús Espaliú.

Juan del Álamo, de 16 años, natural de Ciudad Rodrigo y alumno de la Escuela de Tauromaquia de Salamanca, se entregó de principio a fin ante un animal mansote. Lo recibió con una arriesgadísima larga cambiada de rodillas a portagayola, en la que estuvo a punto de ser cogido. El novillero no se arredró y volvió a repetir la suerte en los tercios, con otro lance que le salió muy limpio. De pie, toreó despacio a la verónica. En la faena, en los medios, con firmeza, se impuso con poder y seguridad. Si con la derecha despuntó en un par de buenas tandas, con la izquierda brilló en una serie rematada con un farol. Cerró con unos circulares invertidos y un osado desplante, arrodillado, metiendo su cabeza entre la cuna del animal. Mató contundentemente de una estocada y fue premiado con una oreja, aunque le pidieron con fuerza los dos trofeos.

Antonio Jesús Espaliú, nacido en Coria del Río hace 17 años y alumno de la Escuela Taurina Municipal de Camas, gustó y se gustó con un toreo que en ciertos momentos tenía aires morantistas. Se lució a la verónica. Y en la completa faena que realizó en los medios bordó el toreo al natural, especialmente en dos series largas y con ligazón, en las que hubo temple y ritmo. Con la derecha también descolló en una tanda. No hubo trofeos debido a que precisó de cuatro pinchazos antes de la estocada definitiva. Sus partidarios pidieron una oreja y el novillero se marcó una vuelta al ruedo. Luego, pasa lo que pasa, que nos encontramos con novilleros con picadores y hasta matadores que se marcan vueltas al ruedo por su cuenta en la Maestranza. La vuelta al ruedo, tan necesaria como premio cuando es merecida, no debe darse en Sevilla tras entrar cinco veces a matar.

En el resto del festejo, en el que los deslucidos novillos de Villamarta, pusieron las cosas difíciles a los otros novilleros, se sucedieron algunos pasajes interesantes. Al colmenareño Jesús Sánchez, de la Escuela Taurina de Arganda del Rey, que abrió plaza con un novillo mansote, aunque manejable, se le vio con escaso rodaje y su labor estuvo salpicada de enganchones.

El malagueño Jiménez Fortes, alumno de la Escuela de su ciudad, tuvo en suerte, en muy mala suerte, un novillo manso y tobillero, el peor del encierro, al que plantó cara y con el que se mostró sereno. La faena, muy larga -escuchó un aviso antes de entrar a matar-, resultó lucida en varios pasajes.

El alicantino Gabriel Martínez, alumno de la Escuela Municipal de su tierra, con un eral manso, pero que tenía recorrido, dejó algunos destellos con la muleta, aunque faltó solvencia en el toreo fundamental.

Cerró plaza el mexicano Angelino de Arriaga, alumno de la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, quien lidió un animal manso y muy distraído. Se mostró voluntarioso en el capote y en la suerte de banderillear y realizó una faena desigual, salpicada con un par de desarmes.

La noche, que resultó espléndida en cuanto a temperatura, nos trajo un par de ráfagas de toreo fresco a cargo de dos interesantes promesas: el salmantino Juan del Álamo y el sevillano Antonio Jesús Espaliú.

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