Cultura

Juan Diego lleva al Cervantes la ternura y la causticidad de Juan José Millás

  • El actor asegura estar descubriendo ahora "las grandezas del oficio" gracias a este monólogo sobre la dignidad (y la extrañeza) de las palabras · 'La lengua madre' se representará en febrero dentro del Festival de Teatro

El actor Juan Diego se mantenía ocupado desde hace años con sus trabajos para cine y televisión, pero albergaba, según reconoce, "muchísimas ganas" de regresar al teatro. Su retorno a las tablas se produjo "como surgen las cosas, por azar": unos amigos le pasaron "unos papeles" que había escrito Juan José Millás con la mirada puesta en el escenario, para que valorara sus posibilidades. Al actor no le sorprendió esa otra vocación en el narrador y periodista -el autor ya había escrito Ella imagina, un monólogo que defendió Magüi Mira, y que obtuvo el Premio Fernando de Rojas- y consideró que en la nueva obra, que narra la singular conferencia que pronuncia un hombre, había un estimulante punto de partida, "un personaje que construir, un recorrido dramático". De modo que habló con Millás y le consultó "si estaba dispuesto a trabajar, que buscáramos una dramaturgia". Dos años más tarde, después de una laboriosa preparación en la que se embarcó también el director Emilio Hernández, llega al Teatro Cervantes La lengua madre, una pieza que estará en el Festival de Teatro el 6 de febrero y gracias a la que el intérprete asegura estar aprendiendo ahora, pese a su impresionante trayectoria, "las grandezas del oficio".

La lengua madre nace de la extrañeza y fascinación con que Millás ha observado siempre el idioma: desde que oyó, aún en la infancia, que un primo suyo era "una persona sin personalidad", un concepto tan imposible en la cabeza de un niño como "una mesa sin mesalidad" o "una sartén sin sartenidad", y ciertas dificultades de pronunciación "hacían que las palabras, dentro de mi boca, parecieran objetos, más que sonidos. Las masticaba o las ensalivaba como si fueran un dulce y lo cierto es que para mí tenían sabor, olor, color y textura". El monólogo que interpreta Juan Diego "trata de eso, de lo raro que es hablar o ser hablado", y por ello lo protagoniza, en palabras de Emilio Hernández, un hombre que "en vez de abrir la ventana abre el diccionario", Fulano, "una persona común, anónima, preocupada por todos nosotros al otear en el horizonte las primeras olas del tsunami". Un antihéroe que se rebela contra la hipoteca subprime, el cashflow o la prima de riesgo, "un lenguaje que han inventado, que está pervertido y que no entendemos", lamenta Juan Diego, quien concibe a su protagonista como a "esos secundarios con un poco de caspa que inspiraban ternura".

Juan Diego no quiere plantear el relato de Fulano, que a menudo pierde el hilo de su conferencia y se enreda en la maraña de sus recuerdos, como un mero monólogo: sostiene que, de hecho, la obra tiene un "coprotagonista" en el público. "Hay guiños y preguntas a los espectadores. Y es bonito porque hay un momento en que estoy hablando con mi hijo, que no está en escena, y compruebas que la gente no me mira a mí, sino al sitio donde debería estar el otro. El teatro sigue existiendo porque el público lo sustenta con una mirada inteligente. Aquí es el coprotagonista, no hay cuarta pared, y se han producido momentos muy gratos. Estoy deseando que llegue el sábado y poder soltar el texto", opina.

El veterano, que destaca de la obra de Millás "esa distancia, esa causticidad, esa ternura" tan características de su producción literaria, celebra haberse tomado el tiempo necesario para levantar el espectáculo. "Ha sido fantástico que nadie me riñera, que nadie me empujara. En general, el mercado te impone unos 30 días de ensayos, y es imposible construir un personaje en toda su dimensión a no ser que los seis meses previos te lo prepares por tu cuenta". En los encuentros que tenía con Hernández y con Millás, Diego sintió "que el personaje se iba construyendo solo. Un día apareció la voz de repente", dice sobre una creación en la que identifica ciertos rasgos propios. "Hay algo de mi yo de la infancia, algo de mi timidez. Alguien puede parecer extrovertido, pero todos llevamos una coraza". Aunque el intérprete de Padre Coraje o Vete de mí manifiesta que "siempre tengo algo de todos los personajes que hago. No importa que sea un fascista, un machista, un homosexual o un heterosexual. O un asesino: tengo capacidad para asesinar, claro, no asesinan sólo los que vienen de Marte. El oficio es saber que lo tienes dentro, y sacarlo de las tripas".

La aventura de La lengua madre tiene entusiasmados a sus artífices. Para Juan Diego, abordar esta pieza "está siendo el mayor sueño tras años de trabajo: soy feliz contando esta historia, aunque no esté exenta de dolor. Parece una contradicción, pero así es la vida". Y Emilio Hernández suscribe esta impresión: "Nunca hasta ahora he tenido un viaje tan personal con un actor. Una obra es como La Bella Durmiente, espera a ser despertada. Y ésta ha encontrado a Juan, que es un genio de la escena. Es un texto que requería crear a un ser humano, escrito por alguien como Millás, que disfruta destapando las alfombras de la vida cotidiana para encontrar humor".

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