Cultura

El Juli despide San Fermín con la única oreja del encierro

  • Los toros de Núñez del Cuvillo se mostraron manejables, aunque el tercio final no llegó a romper · Ponce y Manzanares se enfrentaron a animales flojos y deslucidos

El matador de toros madrileño Julián López El Juli cortó la única oreja del último festejo de la Feria de San Fermín de Pamplona, donde se lidió un encierro de Núñez del Cuvillo, manejable, aunque no terminó de romper en el tercio final.

El Juli consiguió el único trofeo del espectáculo en una faena en la que prevaleció la firmeza y la técnica ante un toro deslucido y parado, con el que instrumentó un trasteo inteligente y de recursos. En la primera parte de la faena tiró bien del animal por el pitón derecho y en la segunda se dio un arrimón, con quietud. El Juli remató su labor con una espectacular estocada. El diestro de Velilla de San Antonio estuvo voluntarioso ante su primer oponente, por cuyo pitón izquierdo era muy complicado y que constantemente echaba la cara arriba. También le solicitaron como premio una oreja, que no fue concedida por el presidente tras una leve petición.

Enrique Ponce se mostró en todo momento por encima del astado que abrió plaza, un animal noble, pero flojo, con el que realizó un trasteo en el que prevaleció el temple. Comenzó su labor con unos bellos doblones en el toreo por bajo y hubo dos buenas tandas por el pitón derecho, con limpieza, llevando al toro a media altura. También estuvo bien con la zurda. Toreó bien en redondo. Pero Ponce no rubricó acertadamente su labor con la espada. Con el cuarto toro, que se quedaba muy corto, el torero valenciano volvió a mostrar su oficio y se gustó en algunos pases, aunque no llegó a calar en los tendidos y falló con la espada.

José María Manzanares estuvo técnicamente perfecto con el tercero, un toro deslucido y de embestida corta, que no le permitió el lucimiento. El alicantino tuvo que hilar fino para hacerse con las embestidas de un toro gazapón y andarín. Ante el deslucido sexto, todavía peor por blando y descastado, José María Manzanares sólo pudo dar muestras de su disposición; sin llegar a interesar su toreo a los espectadores que un día más abarrotaron la plaza de toros de Pamplona.

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