Cultura

Maestría ante Puccini

  • El Cervantes se rindió al virtuosismo de Gallardo-Domâs

La lista de compositores homenajeados en este 2008 no podía quedar atrás sin conmemorar a uno de los mayores exponentes de la lírica italiana. Los 150 años del nacimiento de Giacomo Puccini tuvo el pasado viernes su celebración dentro de la temporada malacitana con un recital excepcional en la figura de la soprano chilena, afincada en España, Cristina Gallardo-Domâs.

El programa, que no el pobre programa de mano poseedor de alguna errata inclusive (véase el año de creación de Tosca), se presentó en leves modificaciones de última hora y con una selección de piezas relativas a las más destacadas de las doce óperas que realizó en su día el compositor de Lucca. Desde el principio, la conjunción Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM), Coro de Ópera de Málaga y solista, en su viajar más o menos cronológico, presagió solvente éxito y lo consiguieron.

Uno de los detalles que más impresionó fue el observar atónito y con gusto como Gallardo-Domâs se transformó ante cada personaje. Recordemos que el maestro Puccini siempre se le alabó por conseguir con eficiencia el retrato psicológico exhaustivo y clarificador de cada uno de los personajes femeninos, de esas heroínas puccianas que supo reflejar a la perfección nuestra solista.

Personalmente destacaría su Tosca con el aria Vissi d'arte, vissi d'amore donde no sólo demostró la gran técnica que posee (espléndido su fiato y la manera de atacar los agudos) sino su ideal interpretativo del que siempre nos manifiesta en las entrevistas que concede: el convertir en un todo música, texto e interpretación. En igual mérito habría que reseñar su ejecución del Addio mio dolce amore de Edgar para llegar a uno de los momentos más sobresalientes, esta vez en la segunda parte, con Suor Angelica, segunda obra de Il Trittico (El Tríptico). Fue en esta última, ya con la voz a pleno rendimiento, donde el derroche de maestría dibujó la notable inocencia, misticismo y dramatismo que el principal personaje de esta ópera en un acto es poseedor.

La famosa aria Un bel di vedremo de Madama Butterfly también fue otro gran colofón de la velada, aunque aquí la solista podría haber dado más de sí. Realmente es complejo presentar una escena tan importante a la vuelta de un intermedio. En nuestro recuerdo quedan interpretaciones mucho más compactas como la reposición de la versión de Mario Gas del año 2007 en el Teatro Real de Madrid, dirigida por Plácido Domingo.

Los maestros de la OFM también aportaron momentos de gran realce al recital. Si bien los solistas procuraron el énfasis adecuado(muy bien Sestakova y Mahrenholz), los ligeros titubeos en los violines antes del acompañamiento de la última pieza fueron compensados con excelente cohesión grupal. El Coro de Ópera ofreció una correcta participación (óptima su intervención final) que junto a la impecable batuta de Malheiro ofrecieron un gran espectáculo de bravos y bises. No pudieron faltar un bello O mio babbino caro y un guiño a Turandot en la casi penumbra del escenario. Ya me entienden.

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