Cultura

Málaga se coloca a la cabeza de España en recuperación de pinturas murales

  • Hay más de 120 inmuebles inventariados que tuvieron decoradas sus fachadas desde finales del siglo XVII a principios del XIX · El profesor Eduardo Asenjo ha compilado casi una década de estudios en 'Urbs picta'

Hace poco más de una década, Málaga comenzó a tomar conciencia de un patrimonio escondido tras capas de cal. El Ayuntamiento inició el Estudio de Color del Centro Histórico, que cobró verdadera fuerza a partir de 1999, e inauguró una serie de intervenciones que destaparon verdaderas obras de arte al servicio de la decoración. En estos años se han inventariado unos 120 inmuebles -en distintos puntos del centro histórico y barrios como Trinidad y Perchel- que contenían pinturas murales. De ellos, aunque algunos han desaparecido, se han rehabilitado y restaurado más de una veintena de casas y palacetes. Esto hace que Málaga esté la "primera a la cabeza de España en recuperación de fachadas con pinturas murales", comenta el profesor de la Universidad de Málaga Eduardo Asenjo, que acaba de presentar el libro Urbs Picta. El legado cultural de las arquitecturas pintadas en Málaga.

Con la recuperación de este legado, que no había sido estudiado hasta ahora y del que apenas existe documentación, la Málaga de la edad Moderna surge como un reclamo cultural más. "Parece que están cambiando los parámetros de valoración y este patrimonio tiene cabida en la necesidad de conocer el pasado", afirma Asenjo. Pero para este profesor, que lleva diez años estudiando este tipo de intervención pictórica, sería muy importante "que si ha habido un esfuerzo por recuperarlas ahora hay que interpretarlas". "Sería muy importante que el Ayuntamiento hiciera un centro de interpretación", considera el profesor, y que la Oficina de Rehabilitación del Centro Histórico "convocase un congreso internacional para dar a conocer este patrimonio" y establecer los criterios que se deberían seguir en las intervenciones.

Las iglesias de Los Mártires, San Juan, San Felipe Neri, el Carmen, el Sagrario, Santo Domingo, edificios en la Alameda Principal, plaza de la Constitución, calle Fresca y calle Hinestrosa son algunos de ejemplos que pueden aportar al paseante datos sobre una práctica absolutamente extendida hace más de doscientos años. Las más antiguas documentadas son de finales del siglo XVII y se caracterizaban por su hórror vacui, es decir, que sus autores cubrían con distintos motivos cada centímetro de pared. Posteriormente, los lenguajes ornamentales van evolucionando hasta que la fachada "utiliza la pintura mural sólo para enfatizar determinados elementos, como las puertas y las ventanas", explica el autor del estudio.

También se modifican los usos cromáticos. Del estallido de color se pasa a utilizar gamas de marrones, de grisáceos. El deseo de aparentar una arquitectura con un lenguaje más clásico y que, indudablemente, era más barato utilizar pintura que mármol, ladrillo o cerámica, fue lo que generalizó esta práctica. "Pervive en toda la edad Moderna porque era un lenguaje que funcionaba", explica Asenjo, que asegura que los artistas son anónimos y se utilizaba, sobre todo, la técnica al secco. La sociedad surgida en el XIX, la moda, las epidemias y los cambios urbanísticos terminarían por agotar esta práctica.

El libro Urbs Picta, editado por el Servicio de Publicaciones de la UMA que dirige Encarnación Serrano, ha llegado para cubrir un vacío historiográfico y poner "su grano de arena" a la llamada de atención sobre un legado casi desconocido: la Málaga del color.

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