Cultura

Málaga y la burbuja museística

  • Reflexiones sobre los últimos proyectos expositivos anunciados en la ciudad

MÁLAGA es posiblemente la única ciudad de España que ha sufrido dos burbujas en los últimos años. La primera es la inmobiliaria, que ha dejado tras su estallido un reguero de deuda, paro y paisaje hipotecado. Otra, mucho más silenciosa, está en estos momentos en pleno auge. Se trata de la burbuja museística, con nuestro Ayuntamiento insuflándole gas a marchas forzadas en forma de cuantiosas partidas presupuestarias que salen de la deuda de nuestro Consistorio.

Málaga, y especialmente el alcalde, sufre una epidemia grave de museítis. No se sabe cómo se ha contagiado de esta grave enfermedad, que parece no tener cura. Quizás debió ser en cualquier ciudad española o europea que supo ser fiel a sí misma y reflejar su historia en sus museos. Es posible que allí la infección anidara en su ser político, contagiando a su regreso a su equipo de gobierno, medios de comunicación locales y a un sector de la opinión pública. O quizás el germen vino por otro lado, a saber… Los únicos cuidados paliativos para esta enfermedad son costosos tratamientos que salen del dinero de los malagueños y que implican apuntarse a cualquier terapia museística que circule por esos mundos: ayer Art Natura, luego el Pompidou, ahora el Museo Estatal Ruso de San Petersburgo, entre otras. Nuestro alcalde acude presuroso a los grandes curanderos de la museología internacional para que le orienten sobre cómo tratar su dolencia.

Los excesos que el Ayuntamiento de Málaga viene realizando en el tema museístico en los últimos años han superado todo límite razonable, que me atrevo a calificar de auténtica burbuja. Nadie se va a escapar de la onda expansiva cuando dicha burbuja estalle, porque dentro sólo hay humo y fondos públicos. Después del estrepitoso fracaso de la Candidatura para la Capitalidad Cultural Europea Málaga 2016, que no pasó ni el primer corte, con un proyecto totalmente inconsistente y despegado de la realidad de la ciudad, el alcalde y su equipo no han aprendido nada. Se siguen empeñando en realizar una política museística que sólo quiere atraer titulares.

Esta auténtica bulimia por los museos no tiene en cuenta la conveniencia de los platos que se ponen en la mesa para el banquete. Prima la cantidad, cuanto más mejor. Es como un atracón compulsivo, da igual lo que se ingiera, lo importante es engullir. "Málaga, ciudad de museos", pero ¿qué museos? ¿Qué vinculo tiene Málaga con el arte ruso, por citar la última noticia? Eso no es cosmopolitismo, sino falta de ideas. Una vez más encontramos lo de siempre: unas autoridades que llevan a cabo una acción desde arriba, sin preguntar a los ciudadanos, sin pensar en las auténticas necesidades culturales de la ciudad. Es una política de puro escaparate, de eso que llaman glamour, que no es más que lentejuelas que brillan mucho en una malla de nylon, pero que cuesta un dineral. No se quiere que Málaga sea conocida por ella misma y por lo que ha sido históricamente, sino por lo que su Ayuntamiento alquila con el dinero de todos. Por ello, cuando la báscula museística no dé más de sí, hará falta una auténtica dieta-milagro. Lo malo es que habrá que pagar las facturas que nos dejen las clínicas de lujo.

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