Cultura

Málaga desnuda las promesas de Pablo Alborán

  • El Tour Prometo del cantante malagueño arrancó en marzo en Lationoamérica y ayer se estrenó en su ciudad

  • Fueron más de dos horas de concierto en las que cantó con la voz y con los gestos

No hicieron falta ni siquiera los compases iniciales para saber que estaba a punto de comenzar uno de esos conciertos que perduran en la memoria para siempre. Málaga lo conoce, tanto, como si lo hubiera visto nacer. "Tenía miedo de pensar que mi público se hubiera marchado pero sabía que quien iba a estar iba a estar de verdad", decía hace unas semanas. Su público estaba. Aún más, llevaba varios días acampando para darle una bienvenida a lo grande: Pablo Alborán llegó ayer con el propósito de sorprender a sus fans pero al final fueron ellos los que le dieron el festín a él. De entrega, adulzado con gritos y calor. El calor del hogar.

Fueron más de dos horas de derroche de energía y de amor. Pablo se rindió a Málaga y Málaga lleva ya mucho tiempo rendida a Pablo. Es como su niño pequeño, el que se crió jugando entre las olas de Pedregalejo y nunca dejará de acunar. Quizá por eso lo que pasó ayer en el Auditorio de Cortijo de Torres fue más que un recital: Pablo cantó con la voz, pero también con los gestos, con el alma. Regaló al público su "bosque, un agujero en la noche, una pausa en medio de todo el desorden". "Estamos en casa", le gritó a sus músicos. Le sobraron dos canciones seguidas para que el amor a su tierra se materializara. "Por fin estoy aquí, familia", dijo al término de la tercera canción, La escalera. "Es un sueño volver". "Gracias por no dejarme solo, Málaga", dijo al ritmo de Quién. A lo que su público le contestó: Málaga te quiere.

Con media docena de músicos en escena, el recital arrancó puntual, pocos minutos después de las diez de la noche, con No vaya a ser y se extendió desgranando todo su repertorio, con pinceladas de sus anteriores proyectos y una exposición abrupta de su nuevo trabajo. La actuación al completo fue una auténtica mezcla de sonidos y estilos que le dieron pie hasta marcarse unos pasos de salsa con su compañeros. Asimismo, con Perdóname se arrancó a dejar también volar las notas de su guitarra, a la que acogió durante varias canciones.

El escenario municipal fue un espacio íntimo, envolvente: el juego de luces y pantallas enmarcaron al artista en el escenario al frente de cada interpretación. Desde el primer minuto fueron las segundas protagonistas del espectáculo, con una serie de proyecciones que mezclaban imágenes del artista con caprichosos juegos geométricos. Una apuesta técnica de sobresaliente. Colores intensos que coquetearon con la silueta del malagueño. Camisa hawaiana de manga corta y vaqueros negros. La simpleza fue la mejor apuesta. A simple vista Pablo parece un tímido camuflado, un seductor secreto y vehemente, un melómano sin cura, un triunfador inesperado . El espejismo de su fama parece que será eterno.

Anoche, todas esas cualidades se vieron en un escenario desmedido. Abajo, el caos y el bullicio se entremezclaron con un fervor devoto, con carcajadas y lágrimas disimuladas. "Que nos tengamos tantas ganas es algo tan bonito". El artista se mostró su sensibilidad a ratos, en justa medida, para agradecer "a los que hicieron cola, a todos, por hacer que volver a casa sea el mejor regalo que pueda tener". Pablo reconoció que "tenía muchas ganas de llegar" y rememoró recuerdos de sus primeros conciertos, de su colegio, de su familia, "de los que están y los que no". "Graciascias por hacer que mi sueño siga siendo algo real y palpable". Solo un par de rezagados no supieron (supimos) acompañar sus letras, aunque fueron (fuimos) incapaces de dejarse (dejarnos) llevar por la melodía. Lo demás fue apoteósico.

Pablo volvió después dos años "desconectado de todo y disfrutando de la vida", con un trabajo que nace "desde el silencio, un disco libre" que ha ayudado al artista a "desfogar y curar heridas". Pablo ha madurado, se ha quitado el abrigo de artista de baladas románticas y ha aparecido con una elegante madurez adulta. Reposada.

El artista aterrizó en su tierra después de 23 actuaciones en Latinoamérica durante el pasado mes de marzo. Guatemala, Panamá, Costa Rica, Colombia, Perú, Ecuador, Argentina, Uruguay y Chile han sido algunas de las ciudades que ya han viajado a saturno con Pablo dentro del Tour Prometo. El malagueño recorrerá, hasta diciembre, Sevilla, Gijón, Mérida, Madrid o Murcia, para acabar en Barcelona. Hoy, el Palacio de Ferias volverá a abrir sus puertas para él, con un cartel de entradas agotadas que lleva colgado meses.

Con tan solo 28 años el malagueño, que quiere huir de cualquier etiqueta, suma ya 42 discos de Platino. Ha recibido 14 nominaciones al Latin Grammy, una al Grammy americano, un Premio Goya y numerosos premios en Latinoamérica y Europa. Un artista que comezó, muy poco a poco, entre vídeos de Youtube, un artista con una historia que no es la de un éxito anunciado. Un joven que quiso volver a casa, que quiso vivir, se oxigenó y volvió para entender.

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