Ítaca

Memorias agitadas del agente doble

En pleno revival de la Segunda Guerra Mundial (literario, entiéndase; ¿o no?) faltaba la reedición de las memorias de Richard Krebs (1904-1951), que firmó La noche quedó atrás bajo el pseudónimo de Jan Valtin y que, por su condición de doble agente, fue temido tanto por Stalin como por Hitler en la década de los 30. A pesar de que el mismo año de su publicación, en 1941, el volumen se convirtió en un best-seller indiscutible en Estados Unidos, y de que tras su aparición en 1969 hizo lo mismo en España, resultaba oportuna la entrada en juego de esta obra tras la reaparición de Vida y destino de Grossman y la próxima publicación de las conversaciones con Albert Speer de Joachim Fest. Seix Barral se apunta el tanto para alborozo de quienes esperaban el acontecimiento.

El alemán Richard Krebs fue, antes que cualquier otra cosa, agente del Partido Comunista de su país en el periodo de entreguerras, si bien la sospecha siempre le anduvo rondando el pescuezo. Su fulgurante ascenso dentro del partido causó admiración entre los hermanos soviéticos, pero fue detenido por la Gestapo poco antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Tras su captura asumió la condición de doble agente, una vicisitud en la que se mezclan para este relato la decisión de la voluntad y el instinto de supervivencia. Krebs puso su infalible olfato y sus conocimientos al servicio de las dos potencias que se repartieron el mundo cuando éste estuvo a punto de hacerse pedazos, y por eso conoció bien a ambas. La noche quedó atrás es la narración de sus experiencias, un testimonio único de quien ha vivido siempre entre la espada y la pared. La autobiografía puede leerse, de hecho, como una novela de aventuras, pero el lector interesado encontrará también una radiografía directa y esclarecedora del fanatismo político.

La noche quedó atrás ha sido reivindicada desde su aparición por personajes de la talla de H. G. Wells, Roosevelt, Mario Vargas Llosa, Hannah Arendt, Jack Kerouac y Alan Furst. Esta generación merecía conocer este mapa del infierno y aquí la tiene: la dialéctica campa por sus dominios.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios