África es un continente. Puede sonar a perogrullo, pero parece que Sarah Palin, la candidata republicana a la Vicepresidencia de los EEUU en las pasadas elecciones, no lo sabía hasta hace poco. El ejemplo demuestra que África sigue siendo una gran desconocida para Occidente, en términos generales. Por eso, escuchar novedades de este territorio de la mano del artista Miquel Barceló, que desde los últimos 20 años pasa allí largas temporadas habitualmente, resultaba lo suficientemente atractivo para los dos centenares de personas que abarrotaron ayer el salón de actos del CAC Málaga, donde Barceló inaugura hoy la muestra Obra africana. Como aperitivo, el artista participó ayer en el mismo centro en una charla en la que glosó su experiencia vital en el continente.

Barceló apareció secundado por el comisario de la exposición, Enrique Juncosa, y el secretario general de la Presidencia del Gobierno de España, Bernardino León Gross, en lo que puede entenderse como un cable lanzado (la presencia de éste no estaba prevista) por la polémica surgida en torno al coste de la obra del artista que cubrirá la cúpula de la futura Sala de los Derechos Humanos de la sede de la ONU en Ginebra. Antes de la charla, de hecho, el mismo León Gross insistió en que todas las acusaciones son "falsas".

Ya en materia, Barceló explicó ayer que sus viajes a África comenzaron en 1988: "Por entonces, mi obra se parecía cada vez más a un desierto, así que quería conocer el desierto. Viajé primero a Marruecos, pero luego me interné en el África subsahariana y llegué a Mali. Entonces pasé nueve meses seguidos, pintando. Allí me parecía que todo tenía sentido. En aquel mundo de agujeros habitados, se confundía lo que parecía fabricado por el hombre y lo que parecía fabricado por la naturaleza. Los viejos me pintaron una casa, la construí y allí vivo parte del año".