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Mirar y contar, igual a ser

  • Alfama recupera las crónicas de Azorín 'París bombardeado' y 'Madrid sentimental', publicadas en 'ABC' y cuya edición previa se remonta a comienzos de los años 20

En plena revisión de los modelos periodísticos, la inesperada (a estas alturas) entrada en juego de Azorín puede servir para plantear con cierta perspectiva histórica en qué consiste el arte de narrar. José Augusto Trinidad Martínez Ruiz Azorín (Monóvar, 1873- Madrid, 1967) ejerció de corresponsal en 1918 para el diario ABC en el París defenestrado durante la Primera Guerra Mundial. Las crónicas que escribió se recogieron posteriormente en diversos volúmenes a comienzos de los años 20, pero desde entonces habían permanecido en el más incauto de los olvidos. Ahora, la malagueña Editorial Alfama las acaba de recuperar bajo el título París bombardeado en un estupendo librito junto a Madrid sentimental, epígrafe que engloba otros escritos periodísticos de corte más pintoresco aunque igualmente magistrales. Pero vayamos por partes.

París bombardeado constituye la experiencia directa de un hombre frente a la guerra. Azorín ha superado ya sus ideales anarquistas y su pensamiento se halla cómodamente asentado en el conservadurismo. Mantiene, en este sentido, ciertos prejuicios románticos (revelados con las dosis justas de ironía e inteligencia) por los cuales, por ejemplo, espera que la contienda no le salpique demasiado dada su condición de visitante extranjero y, especialmente, español. ¿Qué queda de la cortesía francesa? Pronto, sin embargo, las crónicas pasan de impresiones de silencio y locales cerrados a las sirenas, los estallidos y el caos. Sin abandonar su atalaya de observador externo, aun metido en la refriega, el cronista conjuga sus lecturas de Montaigne y Cervantes con las miradas de las que están construidos sus textos, miradas furtivas de personas anónimas que pasan entre las bombas, que se diluyen entre las esquinas, como fantasmas que preconizan cierta literatura que en el futuro se valdrá del misterio para abrir puertas. Lo mejor de París bombardeado es la sutileza con la que el autor de La voluntad va narrando la costumbre ante el fuego de un grupo humano: "El cañón es un excelente despertador. Tiene la ventaja sobre los otros despertadores de que a los dos días ya se despierta uno un poco antes de que suene". Es aquí donde la atalaya se hace más frágil. Azorín logra regresar a Madrid sin haberse manchado de sangre, pero su mirada ya es otra, apesadumbrada, consciente de que las guerras nunca cejarán en su empeño de ganar crueldad y efectividad en la extinción.

Madrid sentimental es, por contra, el rosario cándido del Retiro, de las librerías de viejo, de los poetas, de los herbolarios, de cierto ensimismamiento disfrazado de tipismo que advierte, aunque nunca lo expresa, la posibilidad tremenda de que todo se acabe. Ambos grupos de crónicas son, claro, las dos caras de una moneda: el hombre.

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