Cultura

Moreno Villa, entre dos poetas

  • Francisco Ruiz Noguera revisa hoy en la Económica la obra poética del artista malagueño, a modo de puente entre la Generación del 98 y la del 27

Al comprobar la altura y la ambición del foco de creación literaria y artística en que se había convertido la Residencia de Estudiantes que poco después alumbraría la Generación del 27, José Moreno Villa (Málaga, 1887 - Ciudad de México, 1955) manifestó su desazón por saberse anclado "entre dos mundos". Además de pintor, dibujante, dramaturgo, archivero, historiador, crítico, documentalista y ensayista, Moreno Villa pasó a la posteridad como poeta especialmente vinculado al mismo Grupo del 27, pero, si su biografía se ajustaba con más exactitud a la Generación del 14, su estética basculó más bien entre la querencia de la Generación del 98 y el cosmos urdido por Emilio Prados, Gerardo Diego, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre y compañía. Justamente, su condición de puente entre las Generaciones del 98 y del 27 es el eje esencial de la conferencia que el también poeta, profesor y director de la Cátedra María Zambrano de la Universidad de Málaga, Francisco Ruiz Noguera, pronunciará hoy a las 19:30 en la Sociedad Económica de Amigos del País (Plaza de la Constitución, 7), dentro del ciclo que la institución consagra a una figura tan por conocer como la de Moreno Villa.

Apunta Ruiz Noguera que la influencia de la Generación del 98 es "claramente visible" en la obra poética de Moreno Villa, sobre todo en sus primeros libros, donde la huella machadiana es particularmente notoria (en uno de ellos hace de hecho el propio autor referencia a la "importancia radical de Castilla" en sus versos). "Al mismo tiempo, sin embargo, si la Generación del 98 ostenta la bandera del modernismo, en Moreno Villa se advierte ya un cierto postmodernismo, en un giro que coincide con el que Juan Ramón Jiménez viene a imprimir a su escritura. Desde la Residencia de Estudiantes que tanto frecuentaba, Moreno Villa comprendió que algo nuevo estaba a punto de llegar; y finalmente ese algo nuevo llegó con la Generación del 27, en la que también, habiéndose anticipado a tiempo, supo encontrar su hueco", señala Ruiz Noguera, quien explica: "En los mismos años 20 se había mantenido muy al tanto de las vanguardias a través de la pintura, y de alguna forma esta intuición artística tiró luego de la intuición literaria. Cuando la Generación del 27 era un hecho, él ya se había preparado para ello". Así, si anteriormente se había mantenido muy al tanto de las advertencias de Ortega y Gasset (quien prologó su libroEl pasajero, de 1914) contra la poesía deshumanizadora, a mediados de los años 20 "su poesía ya no tenía nada que ver con la que se cultivaba en la España de la época", en una tendencia a ir más allá que cristalizaría especialmente en su popular libro ilustrado Jacintala Pelirroja, de 1929.

En la Residencia de Estudiantes, Moreno Villa supo que venía algo nuevo; cuando llegó el 27, él ya estaba preparado"

Comparte así Moreno Villa con Juan Ramón Jiménez su condición de puente entre los dos últimos grandes paradigmas poéticos de la literatura española, "pero si Juan Ramón había decidido consagrarse por entero a la poesía, Moreno Villa dejó una obra dispersa en ámbitos muy distintos, de manera que esta condición es más difícil de percibir". Llama la atención Ruiz Noguera sobre el hecho de que, en pleno apogeo de la Generación del 27, Juan Ramón Jiménez se refirió al malagueño en estos términos: "De los poetas españoles menores de 50 años, no hay ninguno de la altura de Moreno Villa". Pero apunta al respecto que, con esta afirmación, lo que perseguía el autor del Diario de un poeta recién casado no era en realidad tanto ensalzar la figura de Moreno Villa "como la de poner en solfa a la Generación del 27. Cuando Juan Ramón dijo esto venía muy a cuento aquella pregunta que se hacía Unamuno, '¿contra quién va este halago?'. Juan Ramón no consideraba a Moreno Villa un miembro de la Generación del 27, por eso lo alabó. Y lo cierto es que ninguna de las antologías canónicas de la Generación del 27 incluye a Moreno Villa".

Quien sí incluyó la obra del malagueño fue Vittorio Bodini en su antología de Poetas surrealistas españoles. Moreno Villa compartió amistad con Salvador Dalí y Luis Buñuel (quedan para la historia las correrías verdaderamente surrealistas que la llamada Orden de Toledo celebró con regularidad desde 1923 y hasta el mismo estallido de la Guerra Civil) y manifestó una especial afinidad al respecto, pero Ruiz Noguera matiza la cuestión: "La inclusión de Moreno Villa entre los surrealistas españoles es muy común y parece plenamente aceptada. Algunos de sus libros, como Puentes que no acaban (1933) y Salón sin muros (1936), presentan desde luego una querencia particular por el surrealismo. Pero no es un surrealismo muy intenso. Su formación poética e intelectual estaba más pegada al vitalismo, y nunca renunció a eso. Es cierto que en estos libros abundan imágenes construidas un tanto a la manera del surrealismo, pero están desde luego muy lejos del surrealismo radical". El Moreno Villa poeta, al cabo, transitó así siempre entre dos posibles poetas sin terminar de ser ninguno de los dos. Con ello logró, tal vez, que nada le resultara ajeno.

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