Cultura

Nuevos misterios de París

  • Asteroide continúa el rescate de Léo Malet, uno de los padres de la novela negra francesa, con la publicación de la primera aventura del detective Nestor Burma

Hace poco más de un año, cuando se publicó por primera vez en España una novela de Léo Malet, ya dijimos que no se trataba de una obra completamente inédita en castellano, pues disponíamos de una estupenda versión de Niebla en el puente de Tolbiac (1956) en forma de novela gráfica. Curiosamente, los lectores españoles hemos conocido antes los espléndidos álbumes del gran dibujante Jacques Tardi -con guiones del propio escritor- que las novelas de Malet, pero ahora por fin, gracias a los buenos oficios del editor de Asteroide, empezamos a acceder a ellas. La versión ilustrada de Calle de la Estación, 120 también se adelantó a la traducción española del libro, con el resultado de que ya no podemos imaginar de otro modo los rasgos de Nestor Burma, pero hay que decir que tanto el comic -reeditado por Norma en 2009- como la novela son estupendos, y que salvo en lo que se refiere al desvelamiento de la intriga, el conocimiento de uno estimula la lectura de la otra.

Muy popular en Francia, Léo Malet ejerció todo tipo de oficios -albañil, vendedor de periódicos o cantante de cabaret fueron algunas de sus ocupaciones- antes de dedicarse a la literatura, después de haber frecuentado los círculos surrealistas y militado en el anarquismo. Publicó muchos libros, con su nombre o valiéndose de seudónimos, pero logró su mayor éxito con las novelas protagonizadas por Burma, una parte de las cuales fue agrupada por el autor -a la famosa manera de Eugène Sue- en la serie titulada Les Nouveaux Mystères de Paris, que tenía previsto dedicar una novela a cada uno de los veinte distritos de la ciudad. Anterior a ese monumental proyecto que quedó inconcluso, Calle de la Estación, 120 -publicada en 1942, en plena Guerra Mundial- señala el nacimiento de Nestor Dinamita Burma, "el hombre que deja el misterio fuera de combate", un antiguo anarquista reciclado en detective, inteligente, bienhumorado y algo menos cínico que sus homólogos norteamericanos, aunque se desenvuelva en un medio igualmente nauseabundo.

La acción de esta aventura inaugural comienza en uno de los campos de concentración donde los alemanes encerraban a los prisioneros de guerra. Nestor Burma conoce a un interno amnésico al que llaman Glóbulo, que poco antes de morir le transmite unas misteriosas palabras, una dirección y un nombre de mujer. Ya repatriado y aún convaleciente, Burma presencia el asesinato de Bob Colomer, un antiguo colaborador de la agencia que es tiroteado después de susurrarle la misma dirección que le había confiado el prisionero. A partir de ahí, comienza la búsqueda, que nos presenta, ya desde la primera entrega, a algunos de los personajes que aparecerán en buena parte de los episodios de la serie: su leal y eficaz secretaria Hélène Chatelain, sospechosa de tener algo que ver en la muerte del antiguo empleado; el periodista y aliado Marc Covet, redactor de Le Crépuscule, o el comisario Florimond Faroux, que comparte pesquisas con el detective y mantiene con él esa relación ambigua tan característica de las novelas policiacas. Junto a ellos, aparecen otros como el melifluo abogado Julien Montbrison o el legendario Jo Tour Eiffel, "rey de la evasión y de los ladrones de perlas". Hay una carta póstuma que recoge un criptograma donde se alude oscuramente a la calle mencionada en el título, vinculada a la obra del marqués de Sade, y una "hermosa asamblea" final que convoca a los sospechosos antes de referir el desenlace, al modo popularizado por las novelas de Agatha Christie.

Estructurado en dos partes que tienen como escenarios respectivos las ciudades de Lyon y París, el relato de Malet ofrece además un testimonio de primera mano del tiempo de la Ocupación, tras una derrota militar humillante que dejó al país dividido. La época no es objeto de una reconstrucción histórica minuciosa pero está en el trasfondo de la trama y confiere a la novela una atmósfera particularmente turbia, visible en referencias a la "línea de demarcación" que separaba la Francia ocupada del territorio controlado por el gobierno colaboracionista de Vichy, al "repliegue" que llevó a las principales instituciones a establecerse en el Mediodía, al "éxodo" de la población de las ciudades del Norte, a las "postales interzonales" con las que se comunicaban los residentes de ambos lados, a los salvoconductos, los toques de queda, el mercado negro y las cartillas de racionamiento.

Como corresponde al roman noir, el estilo de Malet es sencillo y directo, con giros coloquiales, rápidas descripciones y abundantes diálogos, un estilo sin mayores pretensiones pero de enorme eficacia narrativa, que ha sido puesto en relación con el de otros grandes autores del género como Raymond Chandler o Simenon. Lo hemos conocido tarde, pero llega para quedarse.

Léo Malet. Trad. Luisa Feliu. Libros del Asteroide. Barcelona, 2010. 248 páginas. 16,95 euros.

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