Cultura

El Premio Málaga de Ensayo reconoce a Vicente Luis Mora

  • El autor cordobés se impuso en la decisión del jurado con 'Topomaquias. Espacios simbólicos entre arte y literatura'

Por muchas razones puede considerarse la aparición del Premio Málaga de Ensayo José María González Ruiz un acontecimiento cultural de primer orden. El certamen, promovido por el Instituto Municipal del Libro, nace con la vocación de abrir una nueva brecha editorial a la producción ligada al pensamiento de significativa apuesta por la calidad con amplio apoyo institucional. El fallo de la primera edición, dado a conocer ayer, celebra como ganador al cordobés Vicente Luis Mora (1970) con su obra Topomaquias. Espacios simbólicos entre arte y literatura, merecedora de los 7.000 euros con los que está dotado el galardón.

Según explicó el concejal de Cultura, Miguel Briones, a esta primera convocatoria han concurrido unos 25 participantes con otras tantas obras, una nómina todavía discreta para un concurso que da sus primeros pasos. La ambición, sin embargo, aspira a cotas mucho mayores, según puede adivinarse de la generosa conformación del jurado: Rafael Argullol, Javier Gomá, Estrella de Diego, Chantal Maillard, Juan Malpartida, Alfredo Taján (director del Instituto Municipal del Libro) y Francisco Javier Jiménez (representante de la editorial Páginas de Espuma, que publicará la obra), han bendecido el ensayo ganador con notoria satisfacción. Esta elección supone para Mora "todo un premio en sí mismo, independiente del que se concede con la publicación y el importe ".

Subrayó Juan Malpartida en el fallo del premio la escasa tradición ensayística española existente en torno al espacio literario, una noción que tiene su máxima expresión filosófica en El espacio literario de Maurice Blanchot y que despertó no pocas inquietudes entre los simbolistas franceses del siglo XIX. Vicente Luis Mora comparte esta apreciación y abraza las enseñanzas de Mallarmé, Rimbaud y el mismo Blanchot, "aunque mi aproximación al tema es esencialmente estética mientras que la de los simbolistas es más hermenéutica". Desde los albores de la modernidad hasta la consolidación de la era digital, las Topomaquias encierran reflexiones sobre autores y artistas como Leopardi, Wallace Stevens y Chillida, con vínculos intelectuales trazados a manera de red y paradas especiales en acontecimientos como el net art o la implicación creadora (y creativa) de internet. A la hora de pensar la noción espacial desde la poética, Mora asegura que el filósofo "debe mantener una postura global, partir de la tradición antigua y a la vez mostrarse ávido con respecto a las nuevas teorías que aparecen sobre la marcha". El estallido audiovisual establecido recientemente en lo cultural, especialmente en el campo de las comunicaciones, "nos ha obligado a replantear todo lo que creíamos sobre la literatura y, más aún, nos advierte de que en cualquier momento puede entrar en juego una realidad que nos obligue, de nuevo, a replantearlo todo".

Mora, que ha invertido diez años en culminar sus Topomaquias, añadió que si bien la representación del tiempo mediante la literatura goza de un ideario establecido, "la concepción temporal es todavía un campo abstracto para la mayoría", lo que hace aún imprescindible "una bibliografía amplia sobre la poética del espacio".

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