Cultura

Profundidad de campo o esto no es rock n' roll

Teatro Echegaray. Fecha: 29 de abril. Músicos: Theo Travis (saxo y flauta), Robert Fripp (guitarras y 'soundscapes'). Aforo: Unas 300 personas (lleno).

Para sorpresa de más de uno, a Robert Fripp se le pudo ver completamente descubierto y entero con su Gibson (a la que regaló el tradicional beso al comenzar el show) y sentado junto a su columna de soundscapes en su concierto malagueño junto a Theo Travis. Eso sí, antes del mismo aparecieron cuatro personajes en el escenario vestidos de negro, en plan 1984, pidiendo en alemán, francés, inglés y español que por favor no se hicieran fotos ni se procediera a grabación alguna, según rezaba el pasquín que previamente se había entregado a cada espectador. Eso son manías y no las del Dalai Lama, como cantara Javier Krahe. Pero lo cierto es que fue un gustazo verle las manos: hace un par de años lo vi en Almería junto a diez alumnos de sus Guitar Crafts y no hubo quien lo sacara de detrás del abrumador y colorido cacharro, como en sus viejos tiempos. Con toda la parafernalia, se diría que Fripp se ha relajado un poco. No está mal para su edad.

Ya puestos en materia, Fripp y Travis desplegaron su álbum conjunto, Thread (2008), como hilo conductor y obvio del concierto. Más allá de la fácil lectura ambient, en no pocos pasajes me acordé de las maravillas que Fripp parió junto a Ian McDonald, a quien incluso llegó a encasquetar el liderazgo de King Crimson. Eso sí, Travis es mucho mejor instrumentista: el jueves tuvo en el Echegaray momentos verdaderamente asombrosos con el saxo contralto y la flauta tenor, sobre todo con el primero, pródigo en sabiduría jazzística pero a la vez contenido en el alambre minimalista que exigía el protocolo, inventando siempre, más imaginativo que Fripp a la hora de tocar los fragmentos y armonizarlos con los pedales. El guitarrista regaló su habitual cargamento de soundscapes, con todo el colorido, y se gustó sobre todo en los agudos casi armónicos que invocaban al Starless. No obstante preferí el bis, donde tocó cada nota en directo (me soplaron al oído que era una versión de Moonchild; no lo tengo claro) cuando buena parte del público ya se había ido. Todo fue muy raro. Pero muy bonito.

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