Cultura

Revelar-esfumar

Si con anterioridad la producción fotográfica de Laura Brinkmann había estado marcada por la utilización de los invernaderos como leit motiv, ahora es el humo el recurso que centra las propuestas de la artista malagueña. Su habitual apuesta por la construcción y materialización fotográfica de situaciones marcadas por lo insólito y, por ende, por el valor desestabilizador de la lógica representativa y narrativa -una de las líneas más fructíferas o, al menos, prolijas de la fotografía desde fines del siglo pasado-, sigue estando presente en las piezas que componen esta exposición.

Volutas nos muestra cómo un elemento de tan simbólicas y polisémicas lecturas y resonancias como el humo es empleado con gran versatilidad explorando sus posibilidades (de lo meramente esteticista a lecturas de índole social); su inclusión sobre, o en torno, a diferentes motivos que van desde el paisaje y la arquitectura doméstica hasta seres de distinta condición social y actitud ante la cámara, expande las posibilidades semánticas del humo, revela matices y multiplica tanto sus lecturas como la sugerente capacidad transformadora de un elemento abstracto, etéreo e inmaterial.

Al emplear el humo y otros filtros sobre secuencias fotográficas de edificios, casas en construcción o paisajes, un mismo elemento estable se convierte en fluctuante, en uno y muchos a la vez. Lo incorpóreo, permeable y cambiante del humo (en algunas imágenes su fotografía es completamente pictorialista) permite intuir lo retratado, aunque esta intuición pasa a ser una evocación merced a la valoración material y textural que deviene en poética.

La imagen, la realidad, queda, nunca mejor dicho, velada, convertida en una imagen imprecisa y onírica, haciendo de un motivo, a priori, objetivo una imagen enigmática y cargada de connotaciones.

En las secuencias o mosaicos parece establecerse un juego de ocultación y desvelación (o revelación), ya que la contingencia del humo hace que una imagen oculte elementos que presenciamos en otras y viceversa; el espectador juega un papel de recapitulador, entregado a escudriñar las diferencias entre las imágenes, reconstruyéndolas gracias a lo no desvirtuado, al tiempo que se entrega al disfrute sensitivo de las sugerentes fotografías.

Respecto a los personajes, el humo adquiere un valor polisémico, ya que en algunos retratos lo evanescente del humo y su carácter de artificio se convierte en un elemento escenográfico, de teatralización incluso, que se adapta a personajes que impostan poses.

Sin embargo, cuando la artista opta por centrarse en seres que parecen soportar situaciones de marginación u olvido, del medio rural o ancianos, el humo se convierte más que nunca en indicio de desaparición, de personas que se esfuman, con lo cual, el discurso de Brinkmann vira radicalmente hasta situarse en unos parámetros de denuncia social o cuanto menos de testimonio.

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