Cultura

"En Suráfrica se aprendió que había que perder si querían ganar todos"

  • El autor británico publicó a comienzos de año 'El factor humano', un libro en el que narra cómo Nelson Mandela utilizó la final del Mundial de rugby de 1995 como instrumento de movilización de masas

Una fábula. Fábula poderosa porque cuenta todo aquello en lo que resulta difícil creer: habla de la capacidad de cambio, de la bondad humana, de los héroes. De todo ello escribe John Carlin (Londres, 1956) en El factor humano: el libro que recrea la historia del Mundial de Rugby de 1995, un acontecimiento que fue alentado por Nelson Mandela como símbolo de unión nacional.

-En el libro destaca que la gran cualidad de Mandela es su capacidad de seducción...

-Sí, ese es su principal don. De hecho, yo quería que la edición inglesa del libro se llamara El gran seductor, pero no los convencí. No tienen mucho sentido del humor.

-También subraya su conciencia absoluta de icono, de condición de elemento redencionista.

-Mandela es consciente de su grandeza de manera totalmente natural y desechando cualquier connotación negativa o soberbia que esto pudiera suponer. En cualquier otra persona tal vez esta cualidad sería ridícula... pero no en él. Nelson Mandela recoge el espíritu de los héroes clásicos: es como estar delante de un Ulises o de un Hércules. En la profundidad de su ser, él sabe que es distinto, pero en su trato con la gente es profundamente humilde. Es consciente, por ejemplo, de que su presencia puede intimidar y por eso, al conocer a una persona cualquiera, lo primero que hace es una broma o un chiste, en muchas ocasiones, poniéndose a sí mismo como víctima, para bajarse del pedestal.

-La inteligencia es la capacidad de adaptación al medio. En el caso de Mandela, teniendo en cuenta cómo llevó sus años en prisión y su reincorporación a la política, es increíble

-Y de todo eso, quizá el momento más significativo, más extraordinario, fuera el de la rueda de prensa que dio al día siguiente de su liberación. Mira que he ido a ruedas de prensa... pues esa está en un lugar único en mi recuerdo. Tras 27 años en la cárcel, Nelson Mandela comparecía en un encuentro mundial. Y ante él estaban 200 periodistas que eran los primeras líneas de las cadenas y periódicos internacionales. Los políticos, hoy en día, dan cursos de comunicación e imagen para hacer frente a cosas así; y él se manejó con gran soltura, con encanto y lucidez. Cuando terminó, todos los periodistas aplaudimos. La objetividad se fue a la mierda: supo ganarnos como se ganaba a todo el mundo, poniendo por encima su capacidad de llamar a lo humano.

-Precisamente Mandela viene a demostrar, contra el tópico, que ser generoso puede resultar una actitud astuta.

-Es un tópico periodístico preguntarle, "Señor Mandela, ¿cómo ha conseguido salir de la cárcel sin resentimiento, sin amargura?" Pero él pretende demostrar que es un zorro político, que sabe ganarse a la gente y lo hace maravillosamente. No ha habido una sola persona a la que entrevistara para este libro, incluyendo jefes de seguridad del apartheid, que no se mostrara absolutamente fascinada con Mandela.

-Hay numerosos gestos que demuestran su voluntad de servir de vínculo.

-Hace poco presenté el libro en San Sebastián, y allí sí ves un anhelo enorme de reconciliación, de cese de los conflictos. Y te das cuenta de hasta qué punto Mandela fue noble y generoso pero también pragmático. Cuando llega al Gobierno, por ejemplo, y mantiene al personal de presidencia de De Klerk es porque realmente podían serle útiles. O cuando se reúne primero con los periodistas afrikáners, también sabe que es porque le conviene limar asperezas. En Mandela se da una convergencia absoluta entre la buena persona y el político eficaz.

-Da la sensación de que, tras la liberación de Mandela, hasta los sectores más reaccionarios asumieron un cambio de paradigma.

-Sí, había que adaptarse a la nueva realidad... lo sorprendente del caso de la Transición surafricana es que todos los implicados se mostraron muy prácticos, incluso, como dices, los extremos de ambos bandos. Esa tal vez sea la gran diferencia existente entre el conflicto de Oriente Medio o, en menor medida, del País Vasco. En ese momento, en una actitud inspirada por Mandela, todos reconocieron que había que perder algo si querían ganar. Que había que perder para poder ganar todos.

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